Lectura del libro del Éxodo            12, 1-8. 11-14

El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: «Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel:

«El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.

Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.

Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.

Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.

La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo castigue al país de Egipto.

Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua.»»

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 (R.: cf. 1Cor 10, 16)

R.        El cáliz que bendecimos es la comunión de la Sangre de Cristo.

¿Con qué pagaré al Señor

todo el bien que me hizo?

Alzaré la copa de la salvación

e invocaré el nombre del Señor.  R.

¡Qué penosa es para el Señor

la muerte de sus amigos!

Yo, Señor, soy tu servidor,

tu servidor, lo mismo que mi madre:

por eso rompiste mis cadenas.  R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,

e invocaré el nombre del Señor.

Cumpliré mis votos al Señor,

en presencia de todo su pueblo.  R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto             11, 23-26

Hermanos: Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:

El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»

De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía.»

Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Juan     13, 1-15

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.

Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»

Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás.»

«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!»

Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte.»

«Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!»

Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos.» El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios.»

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo»

  • Jesús se reúne con sus discípulos. La cena de aquella noche era la cena del pueblo liberado, la gran fiesta del pueblo de Israel que se reunía para repetir y volver a hacer presente que el Señor, con brazo poderoso, liberó las débiles tribus hebreas de la esclavitud del faraón. El Señor había hecho suya la causa de los pobres, para hacerlos salir hacia una nueva tierra, una tierra que había de ser construida en la solidaridad, en la justicia, en la fraternidad.
  • La carne de aquel cordero, asada y comida sin perder tiempo, las verduras amargas de la aflicción, son los signos repetidos año tras año, que le recuerda al pueblo quién es el Dios en quien hay que creer, quién es el Dios verdadero.
  • Jesús y los discípulos, seguramente desde pequeños, han celebrado este memorial, y han repetido la memoria del Dios que libera, del Dios que siempre se coloca a favor de los débiles.  Pero esta noche, el memorial de la liberación está tomando un sentido nuevo, un significado distinto, porque en el horizonte cercano, se vislumbra ya la muerte, el término de aquella historia de entrega total, de anuncio de una nueva manera de vivir, de proclamación del amor infinito de Dios para todos los hombres.
  • El evangelio de Juan no habla de la Eucaristía como lo hacen los sinópticos. Para Juan, la Nueva Pascua tendrá como fundamento el amor y el servicio. En este contexto, como primer gran signo; Jesús se levanta de la cena y se pone a lavar los pies a los discípulos.
  • La vida entera de Jesús está resumida en este gesto: sus palabras, sus milagros, su amistad con los pecadores, su llamada a la conversión, su defensa de la verdadera vida humana, su simplicidad y su fuerza, su muerte, toda su vida es vida de comunión con los hombres, de servicio.

«Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo»

  • El gesto de Jesús tiene la cruz en el horizonte. Se quita el manto, así como le serán quitados los vestidos, los amigos e incluso su vida misma, en la última y más grande manifestación de su amor. El lavado ritual de los pies para purificarlos, que habitualmente hacían los esclavos, es eco de todo el evangelio: la purificación del leproso, la liberación del endemoniado, la curación del ciego, la resurrección del joven, la libertad vivida y comunicada. La vida entera de Jesús, su muerte y resurrección, han sido la purificación del hombre, la recuperación de nuestra vida, la liberación de nuestras esclavitudes, la nueva realización de la paz, la alegría, la esperanza, la libertad fundadas en un amor de servicio. La purificación para poder sentarse a la Mesa del Reino, donde los hombres se sirven unos a otros; la humanidad renovada en el amor.
  • Los que quieran ser sus discípulos también tienen que hacerlo. Es la primera respuesta a aquella pregunta que, ante este gesto y el anuncio de su muerte, anidaba en el corazón de los discípulos. La muerte de Jesús, muestra cuál es la manera de vivir que realmente merece la pena: poner la vida entera a los pies de los demás, al servicio de los demás. Él lo hizo totalmente: su cruz constituye el testimonio definitivo.
  • Y después, Jesús, realiza otro gesto. Toma pan, toma el vino, y lo parte y lo reparte a sus discípulos y nos invita a repetir esta comida, y a reconocer su presencia permanente, viva, activa, transformadora para todos.
  • Es la segunda respuesta a la pregunta sobre el sentido de su muerte. En ese gesto de amor tejido sobre el pan y el vino: el alimento y la alegría, la carne y la sangre; Jesús, se deja a sí mismo para permanecer siempre con los suyos, para que nunca se encuentren solos ni desamparados en medio del duro combate de la vida y reciban fuerza para amar y entregarse hasta la muerte.
  • El pasado se mantiene vivo y nos proyecta hacia el futuro. Con el lavatorio de los pies, Jesús nos muestra quién es Dios; no el soberano sentado en un trono lejano, sino el Dios que en Jesús se ha puesto al servicio del hombre. Con el gesto de lavar los pies, Jesús ha elevado al hombre hasta Dios, ha hecho a todos iguales y libres. Sus discípulos tendremos la misma misión: crear una comunidad de hombres iguales y libres. El poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder humano, que no es un valor, al que Él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.
  • Jesús, desde este nuevo mandamiento y desde su presencia en los dones de pan y vino, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la nueva alianza con el Dios Salvador, como realización del Reino definitivo que había anunciado y realizado. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los discípulos es entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que se realiza definitivamente en la manifestación suprema del amor hecho servicio generoso y cotidiano.
  • Jesús que expresó la grandeza de su amor con su propia vida, nos muestra la medida del verdadero amor. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y esto que parece imposible se puede hacer realidad si nos identificamos con Él.
  • Cuando nos reunimos y comemos este pan y bebemos este cáliz, proclamamos a Jesús, muerto por amor, vivo para siempre a nuestro lado,  fuerza para nuestro camino de hombres y mujeres que queremos seguirlo y seguimos buscando un mundo y una vida distinta.
  • Comulgar con Cristo, supone comprometerse como Él a aceptar el papel de servidores en favor de todos. Para el discípulo, la construcción de un mundo solidario y justo está esencialmente ligada con la celebración de la Eucaristía. Sin justicia no hay Eucaristía, y no hay justicia que redima sin Eucaristía que la sostenga.
  • El amor de Jesús es el mismo amor con que Dios ama a los hombres; Dios ama a los hombres «lavándoles los pies». El Dios que nos muestra Jesús es un Dios servidor de los hombres, que acepta estar por debajo de éstos para, desde abajo, poder levantarlos, elevarlos. En esta nueva humanidad, todos los hombres son igualmente señores, porque todos son igualmente servidores; y quien quiera ser discípulo no tiene otra tarea que continuar sirviendo para continuar creando condiciones de libertad, de igualdad, de fraternidad entre todos los hombres.
  • La comunidad cristiana verdadera, se define por su capacidad de servicio, y no por la grandeza de sus estructuras, ni por el brillo de sus logros. Sentirse hermano del otro, es sentir la alegría del servicio  que nunca es humillación, sino verdadera grandeza. El servicio, vivido desde la fraternidad, convierte al cristiano en otro Jesús y la vida diaria en manifestación del Reino.

PARA DISCERNIR

  • ¿Vivo cotidianamente la unidad entre el gesto del lavado de los pies, la Eucaristía y la muerte de Jesús en la Cruz?
  • ¿Qué servicios concretos me está pidiendo Jesús en este momento de mi vida?
  • ¿Qué gestos concretos de amor humilde y servicial podría hacer para aliviar el dolor de mis hermanos que sufren y para dar respuesta a sus necesidades?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Nos ha dado el ejemplo, para que hagamos lo mismo

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…El día de Jueves Santo se celebra la memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta verdad requiere de nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me refiero a esa humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente, cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como

María Magdalena cuando lo encontró en el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más extrañeza.

El día de Jueves Santo […] evocamos también cómo nuestro Señor, durante la última cena, se levantó y se puso a lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos mostró algo de la divina bondad. Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras plegarias.

Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio? ¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad…

B. Hume, EI misterio y el absurdo, Casale Monf. 1999, 107s.

PARA REZAR

Jesús Cristo, Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo;
Ten piedad de nosotros.
Jesús Cristo, Cordero de Dios, nos ponemos en oración;
inclinamos toda nuestra vida delante tuyo.
Jesús Cristo, Cordero de Dios, tócanos con tu amor.

Y en tu gracia permite que de tal manera participemos del pan y del vino;
Que seamos más semejantes a vos.
Jesús Cristo, Cordero de Dios,

queremos compartir el pan y el vino

como vos lo hiciste con tus discípulos

cuando anticipaste de esa manera

la ofrenda de tu propia vida en la cruz.
Ofrenda grata a los ojos del Padre.

Ofrenda única y definitiva por la que somos hijos de Dios.
Jesús Cristo, Cordero de Dios;

signo de la Pascua que se hace real en tu cuerpo y en tu sangre;
Cuerpo que se da por nosotros,

sangre del Nuevo Pacto derramada para nuestra salvación.
Jesús Cristo, Cordero de Dios te alabamos y te bendecimos

porque en tu entrega confirmamos los hechos poderosos de Dios:
como cuando Dios sacó a su pueblo de la esclavitud

y el dolor guiándolo por el desierto

hacia lugares de esperanza y plenitud.
Jesús Cristo, Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,

danos la santidad que nos compromete

con los desiertos de los seres humanos.

Que no decaigamos en la fe.

Que no prostituyamos la esperanza.

Que no perdamos la comunión con tu Cuerpo que es tu
Iglesia. Que no claudiquemos en el servicio.
Que en las cimas de la soberbia y la autosuficiencia

miremos a Jesús Cristo, haciéndose siervo,

lavando nuestros pecados.
Amén

Carlos Enrique García

Lectura del libro del profeta Isaías           52, 13-53,12

Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído.

¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor?

El creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada.

Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.

Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca.

Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca.

El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado.

Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los culpables.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 (R.: Lc 23, 46)

R.        Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Yo me refugio en ti, Señor,

¡que nunca me vea defraudado!

Yo pongo mi vida en tus manos:

tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.  R.

Soy la burla de todos mis enemigos

y la irrisión de mis propios vecinos;

para mis amigos soy motivo de espanto,

los que me ven por la calle huyen de mí.

Como un muerto, he caído en el olvido,

me he convertido en una cosa inútil.  R.

Pero yo confío en ti, Señor,

y te digo: «Tú eres mi Dios,

mi destino está en tus manos.»

Líbrame del poder de mis enemigos

y de aquellos que me persiguen.  R.

Que brille tu rostro sobre tu servidor,

sálvame por tu misericordia.

Sean fuertes y valerosos,

todos los que esperan en el Señor.  R.

Lectura de la carta a los Hebreos  4, 14-16; 5, 7-9

Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.

Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.

El dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   18, 1-19, 42

Se apoderaron de Jesús y lo ataron

            C.        Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó:

            X  « ¿A quién buscan?»

            C.  Le respondieron:

            S.  «A Jesús, el Nazareno.»

            C.  El les dijo:

            X  «Soy yo.»

            C.  Judas, el que lo entregaba estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: «Soy yo», ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente:

            X  « ¿A quién buscan?»

            C.  Le dijeron:

            S.  «A Jesús, el Nazareno.»

            C.  Jesús repitió:

            X  «Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan.»

            C.  Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me confiaste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro:

            X  «Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre ?»

Llevaron primero a Jesús ante Anás

            C.  El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: «Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo.»

            Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:

            S.  « ¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?»

            C.  El le respondió:

            S.  «No lo soy.»

            C.  Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió:

            X  «He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho.»

            C.  Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole:

            S.  « ¿Así respondes al Sumo Sacerdote?»

            C.  Jesús le respondió:

            X  «Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»

            C.  Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás.

¿No eres tú también uno de sus discípulos? No lo soy

            C.  Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron:

            S.  « ¿No eres tú también uno de sus discípulos?»

            C.  El lo negó y dijo:

            S.  «No lo soy.»

            C.  Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió:

            S.  « ¿Acaso no te vi con él en la huerta?»

            C.  Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.

Mi realeza no es de este mundo

            C.  Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió adonde estaban ellos y les preguntó:

            S.  « ¿Qué acusación traen contra este hombre?»

            C.  Ellos respondieron:

            S.  «Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado.»

            C.  Pilato les dijo:

            S.  «Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la ley que tienen.»

            C.  Los judíos le dijeron:

            S.  «A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie.»

            C.  Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:

            S.  « ¿Eres tú el rey de los judíos?»

            C.  Jesús le respondió:

            X  « ¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?»

            C.  Pilato replicó:

            S.  « ¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?»

            C.  Jesús respondió:

            X  «Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí.»

            C.  Pilato le dijo:

            S.  « ¿Entonces tú eres rey?»

            C.  Jesús respondió:

            X  «Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz.»

            C.  Pilato le preguntó:

            S.  « ¿Qué es la verdad?»

            C.  Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo:

            S.  «Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?»

            C.  Ellos comenzaron a gritar, diciendo:

            S.  « ¡A él no, a Barrabás!»

            C.  Barrabás era un bandido.

¡Salud, rey de los judíos!

            C.  Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían:

            S.  « ¡Salud, rey de los judíos!», y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo:

            S.  «Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena.»

            C.  Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo:

            S.  « ¡Aquí tienen al hombre!»

            C.  Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron:

            S.  « ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!»

            C.  Pilato les dijo:

            S.  «Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo.»

            C.  Los judíos respondieron:

            S.  «Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios.»

            C.  Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús:

            S.  « ¿De dónde eres tú?»

            C.  Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo:

            S.  « ¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?»

            C.  Jesús le respondió:

            X  «Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave.»

¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!

            C.  Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban:

            S.  «Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César.»

            C.  Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado «el Empedrado», en hebreo, «Gábata.»

            Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos:

            S.  «Aquí tienen a su rey.»

            C.  Ellos vociferaban:

            S.  « ¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!»

            C.  Pilato les dijo:

            S.  « ¿Voy a crucificar a su rey?»

            C.  Los sumos sacerdotes respondieron:

            S.  «No tenemos otro rey que el César.»

Lo crucificaron, y con él a otros dos.

            C.  Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota.» Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: «Jesús el Nazareno, rey de los judíos», y la hizo poner sobre la cruz.

            Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

            S.  «No escribas: «El rey de los judíos», sino: «Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos.»»

            C.  Pilato respondió:

            S.  «Lo escrito, escrito está.»

Se repartieron mis vestiduras

            C.  Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí:

            S.  «No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca.»

            C.  Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.

Aquí tienes a tu hijo. Aquí tienes a tu madre

            C.  Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo:

            X  «Mujer, aquí tienes a tu hijo.»

            C.  Luego dijo al discípulo:

            X  «Aquí tienes a tu madre.»

            C.  Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Todo se ha cumplido

            C.  Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo:

            X  «Tengo sed.»

            C.  Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús:

            X  «Todo se ha cumplido.»

            C.  E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.

            Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa.

En seguida brotó sangre y agua

            C.  Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.

            El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron.

Envolvieron con vendas el cuerpo de Jesús, agregándole la mezcla de perfumes

            C.  Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo.

            Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos.

            En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Aquel día -el gran día, la hora de cada hombre- aparentemente los hombres juzgaron a Jesús y lo hallaron culpable. Sin embargo es esta una de las grandes paradojas de Dios: el reo se constituyó en juez del mundo de la iniquidad, y su culpabilidad fue descubierta. Uno a uno desfilan ante Jesús los distintos hombres y cada uno tuvo que enfrentarse con Jesús testigo de la verdad y en este enfrentamiento cada uno se dejó ver tal cual era.
  • Pedro y los apóstoles, aparentemente fieles seguidores de Jesús ponen al descubierto su fragilidad, su cobardía, sus dobles intenciones, su afán de poder. Judas encarna la traición del hombre. Anás y Caifás, los guardianes del orden religioso, amparados por el prestigio y por el apoyo del poder político, abusan de su situación de hombres sagrados para dominar al pueblo. Pilato es responsable del poder civil, el juez de los sediciosos es tan sólo un pusilánime sin convicciones; un asesino legal. Los guardias, son la expresión de la brutalidad humana descontrolada, al servicio de una causa que no conocen pero a la que igualmente sirven.
  • Por otro lado el pueblo que se deja llevar por arrebato, es engañado por sus líderes y usado bajo la cortina de humo del patriotismo y la defensa de los valores religiosos.
  • María y las mujeres junto con Juan son los que no hablan, los que sufren en silencio, los que unen sus sufrimientos al de Jesús para dar la vida a los hermanos.
  • Así, todos tenemos parte en este drama humano amasado por el egoísmo, porque somos cómplices silenciosos de una sociedad utilitaria, individualista, intransigente que recurre a la mentira, a la prepotencia, a  la presión moral y psicológica y a la manipulación para seguir avanzando.
  • Sin embargo, aquel día, Dios entronizó a su hijo como rey de su nuevo pueblo. Allí está sentado en su trono; la cruz, abrazando a la humanidad dividida a la que redime con su sangre, con su corona de espinas y con el manto rojo de su realeza.
  • Rey de la Vida, porque nadie se la arrebata sino que la da, porque morir de este modo, ya es vivir. En el interior de esta muerte hay una vida que no puede ser devorada. Está oculta en la muerte, no es que venga después, sino que ya está dentro de la vida de aquel, que vive en el amor, la solidaridad y la valentía para soportar y morir. Por la muerte se revela la vida, su poder y su gloria.
  • La gran y eterna paradoja de este día: quien muere como esclavo, es reconocido por la fe como el hombre nuevo que hace nuevas todas las cosas. En la cruz se entierra el pasado, termina el imperio del pecado y de las tinieblas y comienza la era de la luz. El que en la realidad descarnada del dolor humano, nos regala la riqueza inmensa  del amor de Dios.
  • Y desde aquella tarde, Dios camina y redime el camino del dolor de los hombres. Desde aquella tarde, Dios se ha manifestado como el Señor; no el de truenos y relámpagos, no el Dios de los ejércitos sino el de la cruz, el siervo sufriente, varón de dolores, cordero sacrificado. Desde aquella tarde, Dios tiene preferencias: los pobres, los pequeños, los sencillos, los limpios de corazón.
  • Fue la  tarde del amor nuevo, del amor que llama, del amor que exige, del amor que redime. Padre perdónalos… en tus manos encomiendo mi espíritu, síntesis de su vida, su misión y llamado; porque tanto el perdón como la confianza, son las formas mediante las cuales no permitiremos que el odio y la desesperación tengan la última palabra. Son el gesto supremo de la grandeza del hombre.
  • Que el vivir así, nos revele la vida nueva escondida en la muerte. Y sólo podremos hacerlo con la mirada clavada en el crucificado, que ahora ya es viviente.
  • Como Iglesia llamada a ser signo de alianza reconciliadora y definitiva, bebamos una y otra vez de estas palabras, en el altar de la vida; para que la pasión de Cristo nos transfigure, para que la pasión de Cristo, pasión del hombre, alcance la gloria de la resurrección. Cristo ha penetrado los cielos y desde su cielo, sin venganzas, con amor infinito en la voz de su Iglesia que peregrina en la tierra, quiere seguir diciendo cómo nos amó cuando murió en la cruz, y cómo nos sigue amando ahora, mientras peregrinamos juntos y hacia Él.

PARA DISCERNIR

  • ¿Qué personas y realidades concretas voy a colocar hoy a los pies de la Cruz?
  • ¿Qué pecados quiero crucificar en la Cruz de Cristo?
  • ¿Qué impulsos de amor, de perdón y de servicios, hacia personas concretas, siento hoy en comunión con el Crucificado?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Tu muerte fue mi vida,  tu cruz mi salvación

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

“Haz, Señor, que tu Cruz permanezca

como signo del Padre que acoge,

como signo de la vida nueva y definitiva que has sellado con tu Sangre,

como signo permanente del Amor que todo lo trasciende:

el amor de Dios por los hombres y nuestro amor por los hermanos

hasta el perdón”

C. M. Martini

PARA REZAR

Miramos a Jesús Crucificado

Hoy, viernes santo, miramos tu cruz
levantada en lo alto del monte.
En silencio adoramos tu ofrenda al Padre.
Todo lo tuyo nos habla de amor:
Tus brazos extendidos, abrazando a todos/as.
Tu cabeza inclinada, abandonada en las manos del Padre.
Tu rostro de Siervo sufriente tan desfigurado.
Tu costado abierto, regando la tierra con sangre y agua.
Lo has dado todo y te has quedado abierto, pobre y pequeño.
Nos amas sin lógica, sin medida, sin nada a cambio.
Nos amas porque lo tuyo es amor fiel.
Te miramos y te vemos humano, muy humano.
Tanto amor tuyo, sembrado en nuestro pecado, nos deja sin palabra.

Nos acercamos a los crucificados

Hoy, viernes santo, nos acercamos
a los crucificados de la humanidad.
Queremos pasar sus rostros, que son tu rostro,
por nuestro corazón.
Nos sentimos llamados a recorrer países enteros,
donde hay tantos relatos de cruz
por el hambre, la guerra, la injusticia sin fin.
Pasamos por nuestros ojos las imágenes de las víctimas,
los cuerpos mutilados por las bombas,
las mujeres embarazadas violentamente,
los niños atrapados en redes comerciales.
Oímos la voz de los sin voz,
el ruido de los pies de tantos emigrantes
que dejan su tierra con dolor,
el eco apagado de tantos condenados a muerte
por el hambre, las drogas,
el hilito de voz que sale de las cárceles,
de los hospitales, de todos los marginados.
Que nuestras lágrimas, nuestra solidaridad,
nuestro estilo de vida, rieguen tantas semillas
de amor y de esperanza sembradas cada día en la tierra.

Jesús acogemos en nuestro corazón
a tanta gente crucificada en la que tú sigues habitando.
No permitas que la indiferencia y el egoísmo
cierren nuestras entrañas a su dolor.
Que su fortaleza y esfuerzo para sobrevivir
en medio del sufrimiento nos interpele.
Que su creatividad que desafía los imposibles
y su solidaridad sin límite nos desinstale.
Que podamos aprender con ellos
los caminos nuevos de la fraternidad y de la paz.

Lectura de los Hechos de los apóstoles  10, 34a. 37-43

Pedro, tomando la palabra, dijo: «Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.

Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre.»

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23 (R.: 24)

R.                    Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.

íDen gracias al Señor, porque es bueno,

porque es eterno su amor!

Que lo diga el pueblo de Israel:

íes eterno su amor!  R.

La mano del Señor es sublime,

la mano del Señor hace proezas.

No, no moriré:

viviré para publicar lo que hizo el Señor.  R.

La piedra que desecharon los constructores

es ahora la piedra angular.

Esto ha sido hecho por el Señor

y es admirable a nuestros ojos.  R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Colosas            3, 1-4

Hermanos:

Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.

Palabra de Dios.

O bien:

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto             5, 6b-8

Hermanos:

¿No saben que «un poco de levadura hace fermentar toda la masa»? Despójense de la vieja levadura, para ser una nueva masa, ya que ustedes mismos son como el pan sin levadura. Porque Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.

Celebremos, entonces, nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y la perversidad, sino con los panes sin levadura de la pureza y la verdad.

Palabra de Dios.

SECUENCIA

(Debe decirse hoy; en los días de la octava, es optativa)

Cristianos,

ofrezcamos al Cordero pascual

nuestro sacrificio de alabanza.

El Cordero ha redimido a las ovejas:

Cristo, el inocente,

reconcilió a los pecadores con el Padre.

La muerte y la vida se enfrentaron

en un duelo admirable:

el Rey de la vida estuvo muerto,

y ahora vive.

Dinos, María Magdalena,

¿qué viste en el camino?

He visto el sepulcro del Cristo viviente

y la gloria del Señor resucitado.

He visto a los ángeles,

testigos del milagro,

he visto el sudario y las vestiduras.

Ha resucitado a Cristo, mi esperanza,

y precederá a los discípulos en Galilea.

Sabemos que Cristo resucitó realmente;

tú, Rey victorioso,

ten piedad de nosotros.

ALELUIA       

               Aleluia.

                        Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.

                        Celebremos, entonces, nuestra Pascua.

                        Aleluia.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Juan      20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.»

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

(En lugar de este Evangelio se puede leer el de la Misa de la Vigilia)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos    16,1-8

Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús.

Muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras:

«¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?»

Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron.

Él les dijo: «No se asusten. ¿Buscan a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Miren el sitio donde lo pusieron. Ahora vayan a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va por delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán, como les dijo.»

Palabra del Señor.

(Donde se celebre Misa vespertina, también puede leerse el Evangelio)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas    24, 13-35

Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. El les dijo: «¿Qué comentaban por el camino?»

Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «íTú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!»

«¿Qué cosa?», les preguntó.

Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.»

Jesús les dijo: «íHombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.

Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba.»

El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.                        

Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: «Es verdad, íel Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • La primera lectura nos presenta un extracto del discurso de Pedro en la casa del pagano Cornelio. A diferencia de sus discursos, en Jerusalén ante los judíos, Pedro no hace citas bíblicas ni invoca “al Dios de los Padres”; sino que se apoya en la vida de Jesús de Nazaret, un hombre que “pasó haciendo el bien” porque “Dios estaba con Él”. Los apóstoles, son testigos de eso y que Dios lo resucitó de entre los muertos, constituyéndolo en el que Vive por excelencia, juez del fin de los tiempos. Por Él, Dios realizó la reconciliación definitiva con los hombres dándoles su perdón.
  • La carta a los Colosenses nos afirma que nuestra vida está en la vida de Cristo. Para los cristianos creer y aceptar el misterio pascual es pasar de la muerte a la vida; del mundo de abajo al mundo de arriba. Por el bautismo nos incorporamos a la vida de Cristo y nos introducimos ya en la resurrección. La resurrección de Jesús está operante ya en los cristianos y deben vivir como resucitados en medio de las miserias de este mundo.
  • En el evangelio vemos como María “Va de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro”. Su corazón latía fuertemente por Jesús. La noche pasa, el horizonte se aclara y bajo la luz todas las cosas van otra tomando forma.
  • El amor no espera. Habrá signos que anunciarán algo grande, pero todo tendrá claridad en el encuentro con el Resucitado.
  • En el llanto, junto a la tumba vacía, y en la carrera para llevar la noticia, se manifiesta el amor de María por el Señor. María corre enseguida, va a contarles a Pedro y el discípulo amado, que el sepulcro del Maestro está vacío. María se presenta ante los discípulos más autorizados y confiesa a Jesús como Señor:…“Se han llevado del sepulcro al Señor”….
  • A pesar de no haberlo visto vivo, para ella Jesús es el “Señor”, el Dios de la gloria y por lo tanto el viviente. Para la fe y el corazón de esta mujer el Señor se ha revelado “más fuerte que la muerte”.
  • Los dos seguidores más cercanos a Jesús, no permanecen indiferentes ni inertes con la noticia, sino que toman en serio el anuncio  y se ponen en camino. Los dos tienen prestigio en la comunidad y la representan. Pedro, a quien Jesús llamó Roca; es quien lo confiesa Señor en nombre de todos, dialoga con Jesús en la cena y al final del evangelio recibe el encargo de apacentar a sus hermanos. Por otro lado Juan, es el modelo del “amado” por el Señor y del que “ama” al Señor.
  • El discípulo Amado por su juventud, pero también por un mayor amor, corre más rápido que Pedro y llega primero a la tumba, pero no entra, respeta el rol de Pedro en la comunidad y se limita a inclinarse y ver las vendas tiradas en el suelo.
  • Pedro ve también las vendas en el suelo y el sudario que cubrió su cabeza estaba doblado aparte en un solo lugar.  Esto es un signo de que el cuerpo del Maestro no ha sido robado. Los ladrones no se hubieran tomado tanto trabajo.  Jesús mismo se ha liberado de las vendas y del sudario que lo envolvían. Las ataduras de la muerte han sido rotas por Jesús.
  • La tumba vacía y las vendas no son una prueba, son simplemente un signo de que Jesús ha vencido la muerte. Los detalles simples despiertan la fe del discípulo Amado en la resurrección de Jesús, no necesitó más para creer.
  • En la mañana del domingo, la única preocupación de los discípulos es buscar al Señor, muerto sobre la Cruz por amor, pero resucitado de entre los muertos para la salvación de toda la humanidad. El amor los mueve a buscar al Resucitado, en los signos que manifiestan el cumplimiento de las promesas de Dios, y que realizan las expectativas humanas.
  • Esta búsqueda del Señor se convierte en impulso misionero. La experiencia pascual se hace contagiosa y los envuelve a todos.

***

  • El mensaje del Evangelio es claro: sólo el amor puede hacernos ver a Jesús en su nueva dimensión; sólo quien primero acepta su camino de renuncia y de entrega, puede compartir su vida nueva.
  • Inútil es, como Pedro, hurgar entre las vendas, buscar explicaciones. La fe en la Pascua, es una experiencia sólo accesible a quienes escuchan el Evangelio del amor y lo llevan a la práctica.
  • La Resurrección, no es una verdad puramente teórica, que pueda ser aceptada intelectualmente, sino que es una verdad vital, existencial que involucra íntima y vitalmente a la totalidad de la persona, que sólo puede ser acogida en la fe y en la conversión.
  • Creer en la resurrección de Jesús, no es sólo tener certeza de la resurrección, sino resucitar, como nos dice san Pablo. Creer en la resurrección, nos propone una calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda que se hace con propuestas de tipo social y económico. Se trata de una experiencia de vida tal, que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte absurda. Dios nos ha destinado a vivir con El de una manera absolutamente distinta y renovada.
  • Creer es realizar en la vida, la misma experiencia de la vida de Jesús. Es ponernos en su camino y en el camino de nuestra glorificación resueltamente y sin hacer marcha atrás. Jesús vivió su glorificación subiendo a la cruz como servicio y entrega por todos.
  • El que ama entregando su vida, va teniendo la vida y confirma ante el mundo la fuerza de la resurrección. Sólo esta experiencia de la nueva vida inaugurada por el Resucitado puede quitar a la muerte y a la violencia su dominio. Sin esa experiencia, nada de lo que digamos sobre la resurrección podrá convencer a los otros. Tenemos que ser testigos de la resurrección, resucitando y ayudando a alumbrar la nueva vida.
  • Somos testigos de la resurrección trabajando por la vida, por la convivencia en paz, estando junto a los pobres y marginados, a los desprotegidos, a los excluidos. Sólo trabajando por y para la vida es creíble la fe en una vida eterna y feliz.
  • Como nos ha dicho Pablo, los cristianos, hemos de celebrar nuestra Pascua no con levadura vieja, levadura de corrupción y de maldad, sino con los panes nuevos de la sinceridad y de la verdad.

PARA DISCERNIR

  • ¿Creo verdaderamente en la Resurrección?
  • ¿Creo en su fuerza salvadora hoy y aquí?
  • ¿Vivo como resucitado?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍAMOS A

Nos amó y nos salvó

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

 El Señor ha resucitado verdaderamente –  Meditación para el día de pascua

…”¡Qué conmoción sacudiría al mundo si leyéramos un día en la prensa: «se ha descubierto una hierba medicinal contra la muerte»! Desde que la humanidad existe, se ha estado buscando tal hierba. Ella espera una medicina contra la muerte, pero, al mismo tiempo, teme a esa hierba. Sólo el hecho de que en una parte del mundo la esperanza de vida se haya elevado de 30 a 70 años ha creado ya problemas casi insolubles.

La iglesia nos anuncia hoy con triunfal alegría: esa hierba medicinal contra la muerte se ha encontrado ya. Existe una medicina contra la muerte y ha producido hoy su efecto: Jesús ha resucitado y no volverá ya a morir. Lo que es posible una vez, es fundamentalmente posible y así esta medicina vale para todos nosotros. Todos nosotros podemos hacernos cristianos con Cristo e inmortales. ¿Pero cómo? Esto debería ser nuestra pregunta más viva. Para encontrar la respuesta, debemos sobre todo preguntar: ¿cómo es que resucitó? Pero, sobre eso, se nos da una simple información que se nos confía a todos: él resucitó porque era no sólo un hombre, sino también hijo de Dios. Pero era también un hombre real y lo fue por nosotros. Y así sigue, por su propio peso, la próxima pregunta: ¿cómo aparece este «ser-hombre» que une con Dios y que debe ser el camino para todos nosotros? Y parece claro que Jesús vive toda su vida en contacto con Dios. La Biblia nos informa de sus noches pasadas en oración. Siempre queda claro esto: él se dirige al Padre. Las palabras del Crucificado no se nos refieren en los cuatro evangelios de un modo unitario, pero todos coinciden en afirmar que él murió orando. Todo su destino se halla establecido en Dios y se traduce así en la vida humana. Y siendo así las cosas, él respira la atmósfera de Dios: el amor. Y por ello es inmortal y se halla por encima de la muerte. Y ya tenemos las primeras aplicaciones a nosotros: nuestro pensar, sentir, hablar, el unir nuestra acción con la idea de Dios, el buscar la realidad de su amor, éste es el camino para entrar en el espacio de la inmortalidad.

Pero queda todavía otra pregunta. Jesús no era inmortal en el sentido en el que los hombres deseaban serlo desde tiempos inmemoriales, cuando buscaban la hierba contra la muerte. Él murió. Su inmortalidad tiene la forma de la resurrección de la muerte, que tuvo lugar primero. ¿Qué es lo que debe significar esto? El amor es siempre un hecho de muerte: en el matrimonio, en la familia, en la vida común de cada día. A partir de ahí, se explica el poder del egoísmo: él es una huida comprensible del misterio de la muerte, que se halla en el amor. Pero, al mismo tiempo, advertimos que sólo esa muerte que está en el amor hace fructificar; el egoísmo, que trata de evitar esa muerte, ese es el que precisamente empobrece y vacía a los hombres. Solamente el grano de trigo que muere fructifica.

El egoísmo destruye el mundo; él es la verdadera puerta de entrada de la muerte, su poderoso estímulo. En cambio, el Crucificado es la puerta de la vida. Él es el más fuerte que ata al fuerte. La muerte, el poder más fuerte del mundo, es, sin embargo, el penúltimo poder, porque en el Hijo de Dios el amor se ha mostrado como más fuerte. La victoria radica en el Hijo y cuanto más vivamos como él, tanto más penetrará en este mundo la imagen de aquel poder que cura y salva y que, a través de la muerte, desemboca en la victoria final: el amor crucificado de Jesucristo”…

Joseph Ratzinger – El rostro de Dios – Sígueme. Salamanca -1983.Págs. 84 s.

PARA REZAR

“Mi fe

en la Resurrección

ha transfigurado mi vida;

he recibido

la fuerza que da

el Amor de Jesucristo;

mi corazón se ha abierto

al conocimiento

y a la caridad;

mis conversiones me hacen crecer

en sabiduría

y santidad”

Franck Widro

Por Mari