TIEMPO DTE EL AÑO – CICLO A

DOMINGO IV

Bienaventurados los pobres

PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Sofonías           2, 3; 3, 12-13

Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de la tierra, los que ponen en práctica sus decretos. Busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así estarán protegidos en el Día de la ira del Señor.

Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá injusticias ni hablará falsamente; y no se encontrarán en su boca palabras engañosas. Ellos pacerán y descansarán sin que nadie los perturbe.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 145, 6c-7. 8abc y 9a. 9b y 8d-10 (R.: Mt 5, 3)

Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

El Señor mantiene su fidelidad para siempre,

hace justicia a los oprimidos

y da pan a los hambrientos.

El Señor libera a los cautivos.  R.

El Señor abre los ojos de los ciegos

y endereza a los que están encorvados.

El Señor ama a los justos.

El Señor protege a los extranjeros.  R.

Sustenta al huérfano y a la viuda;

y entorpece el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,

reina tu Dios, Sión,

a lo largo de las generaciones.  R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Corinto             1, 26-31

Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles.

Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios.

Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Mateo   4,25 – 5, 12

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.

Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:

«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el

Reino de los Cielos.

Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.

Felices los afligidos, porque serán consolados.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.

Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.

Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.

Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Sofonías preveía la destrucción de Jerusalén y la deportación de los importantes del pueblo. Sólo un pueblo humilde y pobre permanecerá en la tierra prometida y podrá buscar refugio en el nombre del Señor y no en las potencias extranjeras del norte o el sur, ni en su fuerza o riqueza. El «resto de Israel» lo formarán los humildes, los que ponen su confianza en Dios. El profeta Sofonías invita al pueblo de Israel a la moderación, la pobreza, la humildad, la honradez, la búsqueda de la paz y la verdad. Dios no aprecia a los ricos y pagados de sí mismos, a los que confían en sus propias fuerzas.

***

  • La comunidad cristiana de Corinto fundada por Pablo por el año 51, y muy amada por él se sentía agitada por divisiones internas. Algunos estaban demasiado engreídos como si fueran alguien ante el Señor. Pablo les recuerda que somos muy poca cosa delante el Señor y que la sabiduría cristiana no es la sabiduría del mundo sino la de Dios, la de la caridad, la de la cruz que escandaliza a unos y otros. Es la sabiduría del humilde, del sencillo, del que vive abierto al Espíritu. A ése es al que llama el Señor a su Reino.

***

  • Jesús inaugura la llegada del reino e invita a seguirlo. Lo hace con la proclamación solemne de las bienaventuranzas. La enseñanza de Jesús en el evangelio se dirige expresamente a sus discípulos, es decir: a aquellos que están dispuestos no sólo a oírlo sino también a seguirlo.
  • Jesús es el bienaventurado porque encarna perfectamente la salvación querida por Dios para el mundo y la hace posible.
  • El sermón de la montaña es la proclamación de las consecuencias exigentes y liberadoras al mismo tiempo de la fe cristiana cuando se vive de verdad.
  • Jesús no nos está invitando a aceptar la pobreza económica, cultural o humana con una actitud de resignación pasiva. Jesús mismo pasó su vida ayudando, curando, consolando, perdonando, enseñando, liberando de todo mal.
  • Cristo, al afirmar que «son dichosos los pobres, los pacíficos, los perseguidos, los que sufren», no está brindando un camino de evasión para conformarnos con las injusticias; ni un calmante para «aguantar porque la vida es así»; o un consuelo que nos lleva a soñar en la  recompensa en el «más allá» de lo que no hemos conseguido en el «más acá».
  • Las bienaventuranzas se mueven en el ámbito de la fe y del discipulado. Son algo «a posteriori» de un encuentro personal con Cristo. No son otra cosa que la nueva realidad de los que han optado por Cristo. Las bienaventuranzas son algo que sucede después de haberse decidido por el reino de Dios, que lleva al discípulo a adoptar posturas concretas.
  • Ser discípulo de Jesús, seguir el Evangelio, trae, necesariamente, una serie de consecuencias. Si estas no aparecen en la vida del cristiano, su compromiso puede llegar a ser dudoso. Quien se ha encontrado con Cristo y se ha definido a favor de Él no tiene más remedio que optar por un cierto estilo de vida que se construye sobre el Evangelio y que es realmente diferente de cualquier otro estilo de vida. Por eso es dichoso el pobre porque su pobreza es fruto de una opción por Jesús o el perseguido porque está viviendo con coherencia.
  • Las bienaventuranzas son una promesa de felicidad que Dios quiere que experimentemos en esta vida cuando, aceptando ser pobres, sintamos la profunda libertad que nos da no construir otro reino que el de Dios, y cuando reconozcamos que, gracias a nuestro esfuerzo y a la ayuda del Padre, en el mundo reina la justicia de Dios. Hacerse pobre para poder trabajar para que reine la justicia de Dios; hacerse pobre para que no haya pobres: ese es el pobre bienaventurado. El camino de las bienaventuranzas, el camino de la felicidad es el camino del seguimiento de Jesús por el que hay que ir avanzando cada día con esfuerzo y con voluntad sostenidos por la gracia. Nuestra fe es una llamada a la felicidad y una llamada a avanzar constantemente en esa manera de ser hombre o mujer que Jesús nos propone.
  • Las bienaventuranzas son una llamada a la conversión, al cambio personal. Aquí se nos da la clave que cada uno de nosotros, ricos o pobres debemos tener para ser bienaventurados: humildad y pobreza ante Dios y ante los demás. Lo demás: búsqueda de paz, pureza de corazón, misericordia, sencillez de apetencias y ambiciones, es consecuencia.
  • La pobreza de espíritu, quizá sea la bienaventuranza más importante y la que engloba a todas las demás. Más que la carencia de bienes materiales es una manera de vivir desprendidos de lo que no tiene valor absoluto. Jesús relativiza el tener o no tener, colocando el acento en el hombre mismo, ya que él en cuanto persona es su mayor valor. Sólo un hombre que se siente vacío puede ser llenado por algo. El hombre que se cree perfecto, es un pobre hombre, un ciego. La experiencia más fascinante que existe es la de sentirse siempre un poco niño, un poco necesitado, un poco aprendiz, un poco en camino.
  • Todo, incluso el dolor y la persecución, puede ser motivo de felicidad para el hombre que da sentido a su existencia mirando más allá de su propia vida. Son bienaventurados los que ansían un mundo radicalmente nuevo, anhelan el Reino. Los que ansían ese mundo son pobres, lloran, padecen, pero gracias a la experiencia de encuentro con Jesús tienen esperanza. Una esperanza distinta, nueva, que contradice las esperanzas horizontales y egoístas que propone el mundo, pero que mantiene viva la llama de Aquél que vino para darnos vida en abundancia.

PARA DISCERNIR

  • ¿Dónde busco la felicidad?
  • ¿A quiénes considero felices en este mundo?
  • ¿Dónde concentro todos mis esfuerzos y luchas?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Señor, ayúdame a buscar la verdadera felicidad

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Dichosos los que lloran porque ellos serán consolados»

«Al ver Jesús al gentío subió a la montaña… y se puso a hablar enseñándoles». La montaña a la cual Jesús subió, era su propia felicidad y su esencia que consiste en que él es uno con el Padre. Y le siguió una gran multitud: ésa es la gran multitud de los santos cuya fiesta celebramos hoy; todos le han seguido, cada uno según la vocación a la que Dios le llamó. Es en esto que debemos imitarles, prestando cada uno mucha atención a la propia vocación para asegurase de cual es a la que Dios le llama, y poderla seguir…

Llegado a lo alto de la montaña, Jesús abrió la boca para proclamar las ocho bienaventuranzas… «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos». Se trata, en primer lugar, de esa virtud que es la pobreza espiritual porque ella es el principio y la base de toda perfección. Si hacemos la pregunta fijándonos en cada una de sus facetas, siempre se verá cuán necesario es que el hombre, en su ser profundo, sea despojado, desprendido, libre, pobre y alejado de toda propiedad si realmente Dios tiene que llevar a cabo su obra en él. Debe estar desembarazado de toda atadura propia; solamente entonces Dios podrá estar en él como en su propia casa…  

«Bienaventurados los sufridos, porque ellos heredarán la tierra» por toda la eternidad. Aquí se da un paso hacia delante porque, si por la verdadera pobreza nos liberamos de lo que nos estorba, con la paciencia vamos penetrando más profundamente, expulsando del interior toda amargura, irritabilidad y cualquiera imprudencia… Para el pacífico nada es amargo. Que para los que son buenos, todo sea también bueno, viene de su fondo bueno y puro… El que es pacífico posee la tierra y se mantiene en esa paz venga lo que viniere. Pero si tú no actúas así, perderás esa virtud y, al mismo tiempo, tu paz, y se podrá decir de ti que eres un gruñón y compararte a un perro furioso.

«Dichosos los que lloran…» ¿Quiénes son esos que lloran? En un sentido son los que sufren; en otro sentido, son los que lloran sus pecados. Pero los nobles amigos de Dios, que bajo ese aspecto son los más dichosos de todos, han dejado de llorar sus pecados…; y sin embargo, no dejan de llorar: lloran los pecados y las faltas de su prójimo… Así es que, los verdaderos amigos de Dios lloran por la ceguedad y miseria de los pecados del mundo.

Juan Taulero Sermón 71

PARA REZAR

Las bienaventuranzas

Las bienaventuranzas 
Son todas estas y muchas más. 
Vuelve al mundo del revés y las tendrás. 
Las bienaventuranzas  son el camino de la verdad. 

Dichoso el que no pone su empeño en el dinero, 
y vive la aventura de odiar toda ambición. 
Pero pobres de aquellos que sueñan con ser ricos 
y venden su conciencia por una posición. 

Dichoso el que no sabe jugar a oportunismos 
y dice en cada instante las cosas como son. 
Pero pobres de aquellos que el sol que más calienta
eligen como norma y adoran como un dios. 

Dichoso el que denuncia engaños y opresiones 
y el ruido del dinero no puede con su voz. 
Pero pobres de aquellos que saben y se callan 
haciendo juego al río que riega la ambición. 

Dichoso el perseguido por ir contra las leyes 
de alguna insoportable e injusta situación. 
Pero pobres de aquellos que olvidan la justicia 
y dicen que la calma es siempre lo mejor. 

Dichoso el que algo busca y acaso nada encuentra, 
mas sabe que buscando se llega siempre a Dios. 
Pero pobres de aquellos seguros de sí mismos, 
pues vive en su certeza la entera confusión. 

Dichoso el que no vive de historia y experiencias 
y gana cada día el pan con su sudor. 
Pero pobres de aquellos que viven de su fama 
durmiendo en los laureles de alguna situación. 

Dichoso aquel que a veces también escandaliza 
y sabe que al hacerlo consigue un bien mayor. 
Pero pobres de aquellos que rompen inocencias 
y quiebran ilusiones y siembran sinsabor. 

Dichoso el que edifica la paz, y no propaga 
el precio que supuso traerla a su mansión. 
Pero pobres de aquellos que atados por el odio 
desatan sangre y guerra y engendran el dolor.

LUNES IV

¡Sal de este hombre, espíritu impuro!

Lectura de la carta a los Hebreos  11, 32-40

Hermanos:

¿Y qué más puedo decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los Profetas.

Ellos, gracias a la fe, conquistaron reinos, administraron justicia, alcanzaron el cumplimiento de las promesas, cerraron las fauces de los leones, extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Su debilidad se convirtió en vigor: fueron fuertes en la lucha y rechazaron los ataques de los extranjeros.

Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos. Unos se dejaron torturar, renunciando a ser liberados, para obtener una mejor resurrección.

Otros sufrieron injurias y golpes, cadenas y cárceles. Fueron apedreados, destrozados, muertos por la espada. Anduvieron errantes, cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, desprovistos de todo, oprimidos y maltratados. Ya que el mundo no era digno de ellos, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, refugiándose en cuevas y cavernas.

Pero, aunque su fe los hizo merecedores de un testimonio tan valioso, ninguno de ellos entró en posesión de la promesa. Porque Dios nos tenía reservado algo mejor, y no quiso que ellos llegaran a la perfección sin nosotros.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 30, 20. 21. 22. 23. 24 (R.: 25)

R.        Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor.

¡Qué grande es tu bondad, Señor!

Tú la reservas para tus fieles;

y la brindas a los que se refugian en ti.,

en la presencia de todos.  R.

Tú los ocultas al amparo de tu rostro

de las intrigas de los hombres;

y los escondes en tu Tienda de campaña,

lejos de las lenguas pendencieras.  R.

¡Bendito sea el Señor!

El me mostró las maravillas de su amor

en el momento del peligro.  R.

En mi turbación llegué a decir:

«He sido arrojado de tu presencia.»

Pero tú escuchaste la voz de mi súplica,

cuando yo te invocaba.  R.

Amen al Señor, todos sus fieles,

porque él protege a los que son leales

y castiga con severidad a los soberbios.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos            5, 1-20

Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.

Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!» Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!» Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos.» Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.

Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: «Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.» El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó.

Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.

En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti.» El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • El autor les trae a la memoria el ejemplo de los antiguos judíos, que realizaron cosas difíciles por la fe y permanecieron fieles en la prueba, sin volver su vista atrás, sino, muy al contrario, dispuestos a la aventura de la fe. Los antepasados sometieron reinos y ejercieron justicia; cerraron la boca de los leones, o dominaron la violencia del fuego; resucitaron hijos y otros que, se han dejado torturar sin ceder, o exiliar.
  • El autor recalca de las personas que vivieron en esa etapa el mérito de haber vivido en un tiempo de promesas: no en los tiempos mesiánicos. La fe, que es algo sobrenatural, se vive dentro de la experiencia humana y se caracteriza por el don que uno hace de sí mismo para el futuro, el riesgo que uno corre de abandonar su seguridad y darse de lleno a la novedad.  El contenido del sacrificio de Cristo no es otro que su fe total en el Padre, capaz de hacer surgir lo inesperado más allá incluso de la muerte.

***

  • Jesús llega a la región de los gerasenos, o sea, a un territorio pagano, por lo tanto, impuro. Lejos del poblado, entre los sepulcros, vive un hombre poseído por el espíritu maligno. La sociedad lo ha marginado: la forma más rápida de resolver el problema es encerrar al enfermo para que no moleste.
  • Jesús se acerca a los que la sociedad ha apartado. Es un pobre hombre desquiciado, privado de sus facultades mentales, que no es dueño de sí mismo y se ha convertido en su propio enemigo. Cristo ha venido a combatir el mal que divide al hombre en lo más profundo de sí mismo y lo empuja contra sí mismo.
  • El encuentro con Jesús, la llegada del Reino, no es únicamente una curación, sino una verdadera liberación, un encontrarse a sí mismo, una reconquista de la propia vida. De un ser dividido e insociable, Jesús ha hecho un hombre dueño de sí mismo, lo ha convertido en un hermano.
  • Los gerasenos a pesar de admirarse de la curación cuando se enteran de que los cerdos se han precipitado en el lago invitan a Jesús alejarse de su territorio. Es demasiado el precio que han tenido que pagar por la liberación de un hombre. La vida de este hombre vale menos que una piara de puercos. Para Jesús, conducir a un hombre a su liberación, tiene un valor mucho más alto que cualquier otra cosa.
  • Luego, el hombre que había tenido el espíritu malo le pidió que lo dejara ir con Él, pero Jesús no se lo permitió. En cambio, lo enviará a su casa con la misión de manifestar a sus compatriotas la misericordia divina que él acaba de experimentar. Era la primera vez que se anunciaba la Buena Noticia en tierra de gentiles.
  • Las fuerzas del mal atacan al hombre, lo desvían de su ruta normal, le impiden realizar su camino humano y cristiano: realizarse como hombre y como hijo de Dios. El pecado siempre es antihumano aun cuando tome la apariencia de ser su placer o su bien.
  • Desde la muerte y resurrección de Jesús el demonio ya no tiene poder sobre el hombre. Solamente el poder que el hombre mismo le concede. Aquí está la buena nueva: las miles de pasiones que lo deformaban, la legión de demonios que lo habitaban, han sido vencidos. Jesús es más fuerte que las fuerzas maléficas del hombre.
  • Todos necesitamos ser liberados de la legión de malas tendencias que experimentamos: orgullo, sensualidad, ambición, envidia, egoísmo, violencia, intolerancia, avaricia, miedo. Una vez liberados, el Señor nos enseña que seguirlo también es saber quedarse allí donde estamos, dando testimonio de las maravillas que puede obrar el Señor si le damos paso en nuestra vida.
  • El endemoniado geraseno, es como un prototipo de tantos hermanos nuestros, excluidos de la vida social, comunitaria, por algún estigma llamado: enfermedad, pobreza, ignorancia, absoluta miseria, otra raza, otra lengua, por tener que ganarse la vida en la mendicidad, o revolviendo la basura de nuestras calles. Pero Jesús los ama y quiere liberarlos. Todas las imágenes que nos presenta este texto nos dejan adivinar la importancia del gesto misionero que hace Jesús: liberar al hombre cualquiera sea su degradación.
  • La Iglesia ha recibido la misión de continuar este poder liberador, la lucha y la victoria contra todo mal. El hombre no evangelizado es un hombre «encadenado», no libre. Para liberar la Iglesia tiene que anunciar la Buena Nueva y comunicar la vida de Cristo. El evangelio nos muestra el modo: salir a la periferia, acercarnos a toda realidad, no anteponer ningún valor material al valor de la vida, escuchar el clamor del sufriente y desde un vínculo basado en el amor, auténticamente evangélico, ayudarlo a recuperar la unidad perdida y la dignidad.

PARA DISCERNIR

  • ¿Hay en mí algunos sectores que hay que liberar?
  • ¿De veras queremos ser salvados?
  • ¿Vamos hacia todos aquellos que esperan aún su liberación aunque no estén en el medio cristiano?

PARA REZAR

Llevo tu Buena Nueva Señor

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Espíritu inmundo, sal de este hombre»

El hecho del poder del mal en el corazón humano y en la humanidad es innegable. La pregunta permanece: ¿cómo explicar este mal? La fe nos dice que existen dos misterios de luz y un misterio de noche, el cual, sin embargo, se encuentra envuelto por los misterios de luz. El primer misterio de luz es éste: la fe nos dice que no hay dos principios, uno bueno y el otro malo, sino un único principio: Dios creador, y este principio es bueno, es sólo bueno, sin sombra alguna de mal. Por eso el ser no puede ser una mezcla de bien y de mal: el ser, como tal, es bueno, y por ello pues, es bueno ser, es bueno vivir. Este es el gozoso anuncio de la fe: no hay más que una sola fuente, buena, el Creador…

Viene después un misterio de oscuridad, de noche. El mal no proviene de la fuente misma del ser, no es igualmente original. El mal proviene de una libertad creada, de una libertad mal utilizada. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Cómo se produjo? Las cosas permanecen oscuras. El mal no es lógico. Tan sólo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal permanece siendo misterioso… Lo podemos atisbar, pero no explicar; no se puede narrar como un hecho al que le sigue otro hecho porque se trata de una realidad más profunda. Sigue siendo un misterio de oscuridad, de noche.

Pero inmediatamente se le añade un misterio de luz. El mal viene de una fuente subordinada. Dios, con su luz, es más fuerte. Por eso el mal puede ser sobrepasado. Es decir, que la criatura, el hombre, puede curar… De tal manera que, al fin, en última instancia vemos que no sólo puede ser curado, sino que, efectivamente, es curado. Es Dios quien ha introducido la curación. Él mismo en persona entró en la historia. A la fuente permanente de mal opuso la fuente del bien puro. Cristo crucificado y resucitado, nuevo Adán, opone al río contaminado del mal un río de luz. Y este río sigue estando presente en la historia: miremos a los santos, los grandes santos pero también los santos más sencillos, los simples fieles y vemos que el río de luz que viene de Cristo es poderoso y está presente en ellos.

Comentario del Evangelio por Papa Benedicto XVI – Audiencia general del 03/12/08  

PARA REZAR

Oración de sanación interior

Señor Jesús, Tú has venido a curar
los corazones heridos y atribulados,
te ruego que cures los traumas que provocan
turbaciones en mi corazón;
te ruego, en especial que cures
aquellos que son causa de pecado.

Te pido que entres en mi vida,
que me cures de los traumas psíquicos
que me han afectado en tierna edad
y de aquellas heridas que me los han provocado
a lo largo de toda la vida.

Señor Jesús, Tú conoces mis problemas,
los pongo todos en Tu corazón de Buen Pastor.
Te ruego, en virtud de aquella gran llaga
abierta en Tu Corazón,
que cures las pequeñas heridas que hay en el mío.

Cura las heridas de mis recuerdos,
a fin de que nada de cuanto me ha acaecido
me haga permanecer en el dolor, en la angustia,
en la preocupación.

Cura, Señor,
Todas esas heridas que, en mi vida,
han sido causa de raíces de pecado.
Quiero perdonar
a todas las personas que me han ofendido,
mira esas heridas interiores
que me hacen incapaz de perdonar.
Tú que has venido a curar los corazones afligidos,
cura mi corazón.

Cura, Señor Jesús, mis heridas íntimas
que son causa de enfermedades físicas.
Yo te ofrezco mi corazón,
acéptalo, Señor, purifícalo y dame
los sentimientos de Tu Corazón Divino.
Ayúdame a ser humilde y benigno.
Concédeme, Señor,
la curación del dolor que me oprime
por la muerte de las personas queridas.
Haz que pueda recuperar la paz y la alegría
por la certeza de que Tú eres la Resurrección y la Vida.

Hazme testigo autentico
de Tu Resurrección,
de Tu Victoria sobre el pecado y la muerte,
de Tu Presencia de Viviente entre nosotros.
Amén.

MARTES IV

Tu fe te ha salvado

Lectura de la Carta a los Hebreos 12, 1-4

Por lo tanto, ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta.

Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.

Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.

Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 21, 26b-28.30abcd.31b-32

R: Te alabarán, Señor, los que te buscan.

Cumpliré mis votos delante de sus fieles.

Los desvalidos comerán hasta saciarse,

alabarán al Señor los que lo buscan:

viva su corazón por siempre. R.

Lo recordarán y volverán al Señor

hasta de los confines del orbe;

en su presencia se postrarán

las familias de los pueblos.

Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,

ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,

hablarán del Señor a la generación futura,

contarán su justicia al pueblo que ha de nacer:

todo lo que hizo el Señor. R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos            5, 21-43

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva.» Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.

Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada.» Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal.

Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: « ¿Quién tocó mi manto?»

Sus discípulos le dijeron: « ¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?» Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.

Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.

Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad.»

Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?» Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas.» Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.

Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: « ¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme.» Y se burlaban de él.

Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: « ¡Niña, yo te lo ordeno, levántate.» En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • El autor de la carta anima a sus lectores a que permanezcan firmes en su seguimiento de Cristo mediante la expresiva comparación del estadio y los atletas que compiten: El atleta se despoja de todo lo que estorba para poder correr ágilmente y el cristiano se despoja del pecado que lo traba en su camino hacia Cristo. 
  • La multitud de espectadores que ocupan el estadio y animan a llegar a la meta, son la multitud de testigos del Antiguo Testamento y los contemporáneos, que han dado ejemplo con sus vidas a lo largo de la historia y estimulan a los cristianos actuales a ser fuertes y alcanzar la meta.
  • Cristo Jesús va delante en la carrera de la fe. Él supo aceptar las dificultades y la contradicción; renunciar a todo entregándose a la muerte y ahora está triunfante junto a Dios. La carta es una invitación a todos a tener la mirada puesta en Él.

***

  • Después del milagro de la «tempestad calmada» y del «endemoniado liberado» nos encontramos hoy otros dos milagros estrechamente ligados uno a otro. Estos gestos van realizando una progresión en la fe de los discípulos. San Marcos nos va llevando paulatinamente a creer en el poder de la resurrección de Jesús.
  • Los dos milagros están muy ligados: son dos mujeres las destinatarias de la acción salvadora de Jesús. La edad de la niña, es igual a la cantidad de años de enfermedad de la mujer. Ambas, por ser mujeres y por sus enfermedades son consideradas impuras y están excluidas de la sociedad.
  • El relato comienza con la llegada de Jairo, un jefe de sinagoga que viene al encuentro de Jesús a pedirle que salve a su hija. Este gesto pone de manifiesto que la sinagoga se declara impotente para dar vida; sus líderes no pueden luchar contra la muerte. La ley por encima del ser humano los ha encerrado en un círculo de muerte.
  • Una vez que Jesús accede a este pedido, entre la multitud que acompaña a Jesús hacia la casa de Jairo, surge una mujer, que durante muchos años ha cargado con una enfermedad triplemente grave, por el sufrimiento físico, el empobrecimiento económico, y su exclusión religiosa. La mujer enferma no se atreve a pedir: se acerca disimuladamente y lo toca. Al instante sintió la curación, y Jesús, también al instante, sintió que una fuerza salía de Él. La mujer ha tocado la fuente de la vida.
  • De Jesús no brota otra cosa que la vida en plenitud. Jesús busca quien lo ha tocado. La mujer se acerca con temor porque sabe que con su actitud ha hecho impuro al Maestro. El Señor mismo provoca la confesión. Deliberadamente quiere que esta mujer que se escondía, saliera del anonimato. La obliga a darse a conocer para que entre en relación personal con Él. La hace pasar de la creencia mágica, a una fe verdadera. La fe es una relación personal con Jesús. Ahora sí, Jesús «vuelve a darle», la curación que había «robado».
  • La fe es condición fundamental para que se obren los milagros. No es el contacto con su ropa lo que la salvó, sino el encuentro personal con Jesús a través de la fe.
  • Llegan entonces unos mensajeros para avisar que la niña ha muerto.
    Jesús habla con el padre de la niña para pedirle que siga teniendo fe. Para Jairo es la prueba mayor. Cuando llegan, a pesar de que la liturgia de la muerte ya había comenzado, la fuerza del Reino de la vida ocupa su lugar. Jesús, toma a la niña de la mano y le ordena que se levante.
  •  “Tu fe te ha salvado”  y “no temas, solamente ten fe” son la clave de esta Buena Noticia. Jesús no nos pide otra cosa: tener fe. Y esto a veces sucede en situaciones de muerte y desesperantes. En esos momentos necesitamos escuchar que Él nos grita con fuerza: levántate, no te quedes ahí, no te dejes vencer por la muerte, Yo soy tu salvador, te estoy llamando, me estoy ocupando de tu vida, quiero que vivas, que andes en pie, que seas fuente de alegría y esperanza para todos.
  • Ante la enfermedad, como experiencia de debilidad y la muerte, como el gran interrogante, la Iglesia debe anunciar la respuesta positiva de Cristo. Ambas tienen en Cristo, no una solución del enigma, pero sí un sentido profundo. Dios nos tiene destinados a la salud y a la vida. Eso se nos ha revelado en Cristo Jesús y su promesa sigue en pie: “El que cree en mí, aunque muera, vivirá; el que me come tiene vida eterna”.
  • Alrededor de Jesús surge la vida, la muerte es vencida y los desesperanzados renacen. Por la fe, celebramos la vida nueva que surge de la muerte de Jesús, esperamos contra toda esperanza, que la vida es más fuerte que la muerte aunque esta aparezca siempre como más poderosa con el rostro de la violencia, el caos, el dolor. El misterio de la vida está siempre cercano a la muerte; y la vida está ligada esencialmente al amor, y el amar consiste en dar la vida, dando vida libremente hasta la muerte.
  • El odio, el egoísmo, la insolidaridad, la injusticia, la pasividad engendran muerte. Quién lucha contra las formas de muerte, crea y comunica vida. Quién arriesga su vida y corre la carrera que le toca, sin retirarse, cansarse, desanimarse; quien da su vida por amor, hace posible la esperanza y la vida de los otros. Sólo el amor crea vida y la devuelve a quien la ha perdido.

PARA DISCERNIR

  • ¿Me acerco a Jesús buscando el encuentro o sólo interesadamente?
  • ¿Creo en su poder salvador?
  • ¿Acepto sus caminos y sus tiempos?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Fijamos nuestros ojos en Ti, Jesús

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…”Vivir como cristianos significa creer que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre y crucificado por nuestros pecados. Aunque conoció la muerte, no fue retenido por sus lazos, sino que se levantó de entre los muertos y resucitó, y vive ahora para siempre de la vida del Dios vivo. Al ofrecer su vida al Padre por nosotros, recibió el poder de recuperarla. La cruz de Jesús se ha convertido así, por la omnipotencia del amor divino, en la cruz gloriosa, victoriosa y vivificante. Ella es ahora para nosotros la fuente de todo bien, de toda alegría y de toda curación. Es el camino de la libertad, así como el único secreto de la verdadera esperanza. Es para nosotros la fuente de la vida.

Sólo si dirigimos una mirada apaciguada y renovada a Jesús en la cruz empezaremos a aprender el amor de nuestro Dios. Sí, la cruz de Jesús nos revela la misericordia infinita de Dios: Jesús, dando su vida por nosotros, nos muestra que Dios es amor (cf. 1 Jn 4,8b).

Mantener fija la mirada sobre Jesús en la cruz, con la sencillez de una oración contemplativa, significa estar en relación viva con el Hombre-Dios entregado por nosotros, por amor a nosotros. No se trata de un problema para debatir: es el fuego del amor divino que quiere purificar, iluminar, incendiar nuestro corazón de creyentes. A este respecto, nada nos prueba la realidad de este amor ofrecido como la sangre derramada de Jesús. Al derramar toda su sangre por nosotros, nos muestra Jesús que su muerte es verdaderamente la muerte de un hombre, una muerte que tuvo lugar al término de los sufrimientos que le infligió la violencia de los hombres y que fueron aceptados por él. Meditar sobre la sangre de Jesús significa descifrar la prueba de su amor, de su amor que se entregó libremente y sin resistencia alguna en manos de los pecadores”…

J.-P. van Schoote – J.-C. Sagne, Miseria y  misericordia, Magnano 1992, pp. 46-48, passim.

PARA REZAR

Oración del enfermo para aceptar la enfermedad

Señor, me coloco delante de Ti en actitud de oración.

Sé que Tú me oyes, penetras y ves.

Sé que estoy en Ti y que tu fuerza está en mí.

Mira este cuerpo mío marcado por la enfermedad.

Tú sabes, Señor, cuánto me cuesta sufrir.

Sé que Tú no te alegras con el sufrimiento de tus hijos.

Dame, Señor, fuerza y coraje para vencer

los momentos de desesperación y de cansancio.

Conviérteme en paciente y comprensivo, simple y modesto.

En este momento, Te ofrezco todas mis preocupaciones,

angustias y sufrimientos, para que yo sea más digno de Ti.

Acepta Señor que yo una mis sufrimientos a los de tu Hijo Jesús que,

por amor a los hombres, dio la vida en lo alto de la cruz.

Y ahora yo te pido, Señor: ayuda a los médicos

y enfermeras a tener la misma dedicación

y amor a los enfermos. Amén.

MIÉRCOLES IV

Jesús se asombraba de su falta de fe

Lectura de la Carta a los Hebreos 12, 4-7.11-15

Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.

Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes.

Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo.

Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre?

Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella.

Por eso, que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean.

Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se cure.

Busquen la paz con todos y la santificación, porque sin ella nadie verá al Señor.

Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 103 (102), 1-2.13-14.17-18

R: El amor del Señor a los que le temen, permanece para siempre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor,

y no olvides sus beneficios. R.

Como un padre siente ternura por sus hijos,

siente el Señor ternura por sus fieles;

porque él conoce nuestra masa,

se acuerda de que somos barro. R.

Pero la misericordia del Señor dura siempre,

su justicia pasa de hijos a nietos:

para los que guardan la alianza. R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso.

Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.» No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • El autor de la carta a los Hebreos continúa intentando convencer a sus destinatarios a que soporten la prueba de su destierro lejos de Jerusalén. El brinda un nuevo argumento. Apelando a la experiencia común, presenta la idea de la corrección paterna,  bastante original en el Nuevo Testamento.
  • La pedagogía de la corrección y del dolor nunca es cómoda ni placentera. El hecho de que venga de Dios, no mitiga el sufrimiento que toda corrección implica. El sufrimiento nos sacude y muchas veces purifica. Dios corrige a sus «hijos» como un Padre, para hacernos partícipes de la santidad» adquirida por Cristo.
  • Si castiga no es por sadismo, sino en nombre del amor. Dios quiere que lo aprovechemos todo para nuestro crecimiento. Cuando nos encontramos bajo el peso de la prueba, tratemos de ver en ella una señal misteriosa del amor del Padre, y estemos seguros de que El, nos acompaña porque nos ama.

***

  • En el Evangelio Jesús está de nuevo en Nazaret; volvió a «su patria», y lo siguieron los discípulos. Llegó el sábado y se puso a enseñar en la sinagoga. La costumbre era invitar a un hombre a leer y comentar la Escritura. El jefe de la sinagoga confía este papel a Jesús, el antiguo carpintero del pueblo. Los oyentes se maravillaron porque  el hijo de María y el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón hablaba con  sabiduría y realizaba milagros.
  • Jesús vuelve a encontrarse pues, en su medio ambiente y en su familia, y es mal visto por ellos. Por eso en su patria, no pudo hacer ningún milagro, salvo imponer las manos a algunos enfermos y curarlos. Se cumple una vez más lo de que «vino a los suyos y los suyos no lo recibieron», o como lo expresa Jesús: «nadie es profeta en su tierra». El anciano Simeón lo había dicho a sus padres; Jesús iba a ser piedra de escándalo y señal de contradicción.
  • El pueblo en general esperaba el reinado de David y su descendiente como dominador político y restaurador del Imperio de su padre, Jesús no era descendiente de sabios ni de sacerdotes y les proponía un Reino de Dios que no se afianza en estructuras políticas ni en el poder de dominio, sino en la misericordia y en la construcción de la igualdad social, de la solidaridad y de la fraternidad. El Señor no responde a estas expectativas, y eso se transforma en un obstáculo que les impide acercarse a la fe.
  • Por otro lado, si lo reconocen como el enviado de Dios, tendrán que aceptar también que el Reino está lleno de novedad y compromiso. La imposibilidad de hacer milagros se relaciona con esta falta de fe. El milagro supone la fe. Pero no se trata de una condición, como si la confianza del enfermo condicionara el éxito de su curación. La fe es necesaria para comprenderlo, para recibirlo. La fe no se adquiere por consanguinidad o por herencia.
  • La familiaridad excesiva y la rutina, son muchas veces enemigas de la valoración y del amor. Nos impiden reconocer la voz de Dios en los mil pequeños signos cotidianos de su presencia: en los acontecimientos, en las personas que viven con nosotros, a veces muy sencillas e insignificantes según el mundo, pero con una gran riqueza para nuestra vida.
  • No hay razones para quien se cierra a la evidencia. Éste pecado hace casi imposible la acción liberadora de Jesús. Con Jesús y con su Evangelio nos puede pasar exactamente lo mismo que a los compatriotas de Jesús. Escuchamos la Palabra, la damos por conocida y por eso deja de ser importante. Le ponemos la etiqueta de nuestra interpretación, la encasillamos y así perdemos la capacidad de asombro y la Palabra ya no puede hacer milagros.
  • Este Evangelio es una advertencia para que estemos siempre atentos a reconocer a Jesús, la novedad de su palabra, en sus sacramentos, en la vida de los hermanos que trabajan por servir a los demás, realizando nuevamente los milagros de la misericordia y de la acogida que realizaba Jesús.
  • Cristo sale a nuestro encuentro de una y mil formas. Quiere encontrarnos, hablarnos, tocar nuestra vida. Necesitamos, deshacernos de prejuicios para abrirnos a la gracia y poder reconocerlo y recibirlo, dejarlo entrar hasta el fondo. Vino a los suyos, – los suyos somos nosotros – y los suyos necesitamos reconocerlo para que el mundo lo conozca.

PARA DISCERNIR

  • ¿Acepto la verdad de los demás sin prejuicios?
  • ¿Pongo en mi conocimiento de  los demás por encima de sus posibilidades?
  • ¿Soy permeable a lo que Dios me puede mostrar en lo cotidiano?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Quiero descubrir tu presencia cada día y darte a conocer

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…”Oh, si comprendiéramos de una vez lo que dice la Escritura; a saber, que «contra su deseo humilla y aflige a los hijos del hombre» (Lam 3,33), que, frente a la desventura de su pueblo, su corazón se conmueve por dentro y, en su interior, se estremece de compasión (cf. Os 11,8), entonces sería muy diferente nuestra reacción y exclamaríamos más bien: «Perdónanos, Padre, si con nuestro pecado te hemos obligado a tratar tan duramente a tu Hijo amado. Perdónanos si ahora te obligamos a afligirnos también a nosotros para poder salvarnos, mientras que tú sólo querías dar «cosas buenas» a tus hijos.

Cuando yo era un muchacho, desobedecí una vez a mi padre yendo, descalzo, a un lugar donde él me había recomendado no ir. Un grueso trozo de vidrio me hirió la planta del pie. Era durante la guerra y mi pobre padre tuvo que hacer frente a no pocos riesgos para llevarme al médico militar aliado más próximo. Mientras éste me extraía el vidrio y me curaba la herida, veía a mi padre retorcerse las manos y volver la cara hacia la pared para no ver. ¿Qué hijo hubiera sido yo si, al volver a casa, le hubiera echado en cara haberme dejado sufrir de aquel modo, sin hacer nada? Sin embargo, eso es lo que hacemos nosotros, la mayoría de las veces, con Dios.

La verdad es, por consiguiente, otra. Somos nosotros quienes hacemos sufrir a Dios, no él quien nos hace sufrir. Pero nosotros le hemos dado la vuelta a esta verdad, hasta el punto de preguntarnos, después de cada nueva calamidad: «¿Dónde está Dios? ¿Cómo puede permitir todo esto?». Es verdad, Dios podría salvarnos también sin la cruz, pero sería una cosa completamente diferente y él sabe que algún día nos avergonzaríamos de haber sido salvados de este modo, pasivamente, sin haber podido colaborar en nada a nuestra felicidad”…

R. Cantalamessa, La fuerza de la cruz, pp. 33ss edición española, Monte Carmelo, Burgos 20011

PARA REZAR

Creo en Dios, fuente inagotable de vida;
comunidad que vive y nos llama a vivir en comunión infinita de amor.
Creo en Dios que, con amor de Padre y Madre, engendra y da a luz a este
mundo, lo amamanta, lo protege, lo educa y lo renueva constantemente.
Creo en Jesús de Nazaret, el primero de los últimos,
el último de los primeros; expresión plena de la humanidad de Dios.
Creo en el Espíritu Santo, matriz ecuménica; presente donde quiera que la
vida está fluyendo.
Creo en el ser humano como proyecto inacabado de Dios,
pero predestinado a convertirse en su verdadera imagen y semejanza.
Creo que la historia es el registro de la relación dialógica entre Dios y los
seres humanos; un diálogo plenamente libre y totalmente abierto al futuro.
Creo en el reino de Dios como realidad plenificante aunque todavía no plena y
como utopía que alimenta nuestra esperanza y moviliza y orienta nuestra
práctica de fe.
Creo en la iglesia como pregón de ese reino. Creo en ella como avanzada del
Pueblo de Dios; llamada, como “sal de la tierra” y “luz del mundo”, a darle
sabor y sentido a la existencia de éste.
Creo en la vida después de la muerte como el reencuentro gozoso de todas las
criaturas con el Creador en la fiesta final y eterna del Universo.
En eso creo. Amén.

Ary Fernández Albán

JUEVES IV

2 DE FEBRERO – LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR (F)

Mis ojos han visto a tu Salvador

Lectura del Libro de Malaquías 3, 1-4

Así dice el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.»

Palabra de Dios

SALMO         Sal  23, 7-10

R: El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la gloria. R.

¿Quién es ese Rey de la gloria?

El Señor, héroe valeroso;

el Señor, héroe de la guerra. R.

¡Portones!, alzad los dinteles,

que se alcen las antiguas compuertas:

va a entrar el Rey de la gloria. R.

¿Quién es ese Rey de la gloria?

El Señor, Dios de los ejércitos.

Él es el Rey de la gloria. R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Palabra del Señor

O bien más breve:

Lectura del santo Evangelio según san Lucas   2, 22-32

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.

Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:

«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,  porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Jesús se hace solidario de nuestras debilidades, dolores y angustias; Él es de nuestra «carne y sangre», hermano nuestro, y por eso su muerte y sus dolores nos salvan y liberan.
  • El proyecto salvador de Dios se encarna en una historia concreta. María, como hacían todas las mujeres israelitas, va a cumplir los ritos de la purificación, obligatorios para las que acababan de dar a luz. Toda madre, al tener un hijo, quedaba legalmente «impura», y tenía que ser declarada «pura» en el templo por un sacerdote.
  • Además, todo primogénito pertenecía a Dios. Los primeros nacidos de los animales eran sacrificados; el primer hijo de cada familia era rescatado por medio de una ofrenda. La ofrenda que presentan los padres de Jesús para rescatarlo es la de los pobres: «un par de tórtolas o dos pichones». Los ricos presentaban animales más grandes y más caros.
  • Para María, la presentación y ofrenda de su hijo fue un acto de ofrecimiento verdadero y consciente. Significaba que ella ofrecía a su hijo para la obra de la redención con la que él estaba comprometido desde un principio. Ella renunciaba a sus derechos maternales y a toda pretensión sobre él; y lo ofrecía a la voluntad del Padre.
  • También, al poner María a su hijo en los brazos de Simeón queda simbolizado que ella no lo ofrece exclusivamente al Padre, sino también al mundo, representado por aquel anciano.
  • Simeón es un profeta;  el Espíritu Santo actúa y abre los ojos de este anciano, que descubre en el hijo de María, «el consuelo de Israel». Iluminado por el mismo Espíritu intuye, a través de los signos de pobreza, la gran realidad presente en Jesús: la salvación y liberación de Israel. También está allí la anciana Ana: mujer llena de verdadera religiosidad que esperaba que todo cambiara un día. Ella alaba a Dios y habla a todos de aquel Niño, que es la liberación de Israel y de todas las naciones.
  • El cántico que se coloca en boca de Simeón habla de Jesús como el «Salvador» para «todos los pueblos», «luz» de «las naciones» y «gloria de Israel». El pequeño hijo de María llegará a ser el salvador del mundo, el mensajero de la buena noticia para todos, el hacedor de la paz mesiánica que procede de Dios. Solamente que el camino no será fácil; las palabras de Simeón dirigidas a María anticipan el rechazo que sufrirá Jesús por parte de las autoridades de su pueblo, la contradicción de su mensaje con los poderes de la ambición, el orgullo y la guerra. La espada que atravesará el alma de María simboliza su participación en el destino de su Hijo. Destino de salvación para los pueblos, pasando por el dolor y la muerte a la gloria de la resurrección.
  • El amor de Dios es, sobre todo, liberador: hace personas libres, por eso Jesús es la «luz» que no sólo ayuda a caminar, sino la luz que salva, que guía por un camino que conduce a la vida. Por eso se llama «Salvador».
  • Es «gloria». En lenguaje bíblico significa la manifestación del mismo Dios. Jesús es la «gloria de Israel», porque es la máxima manifestación del amor de Dios por su pueblo. El Niño provocará la caída de unos y la elevación de otros; unos avanzarán con El hacia la plena liberación, otros se hundirán en egoísmos y conformismos estériles. La vida de Jesús dará fe de ello. Y la historia, hasta hoy, también.
  • Dios ha dicho su última palabra en Jesús; y el Hijo de Dios dará su respuesta en la cruz. La victoria del Mesías nacerá de su derrota. La vida llega por la muerte, y en ese camino quedan al descubierto los pensamientos y los intereses de muchos corazones. La decisión que se tome ante la señal que es Jesús, descubre las profundidades ocultas de los sentimientos humanos, lo que hay dentro de cada corazón.
  • Ser creyente es ser peregrino, caminar en la incertidumbre y en la inseguridad, caminar de sorpresa en sorpresa. El amor de Dios es exigente, siempre está empujando para que los hombres crezcamos y maduremos. Pero también es luz, se hace claridad en el andar.
  • Los cristianos, que celebramos la fiesta de la presentación de Jesús en el Templo, tenemos una llamada a asumir nuestro compromiso de fe: recibir a Jesús en nuestras vidas con la alegría y la esperanza con que lo recibieron Simeón y Ana, aunque esto signifique dejar de lado el orgullo, vencer el egoísmo para poder abrirnos al amor y a la misericordia que Jesús nos trae. Y habiendo sido iluminados por Jesús presentarlo a los demás, como María y José, sabiendo que Él es salvación, luz y paz para todos.

PARA DISCERNIR

  • ¿Anhelo el encuentro con Jesús y su salvación?
  • ¿Busco momentos para salir a su encuentro?
  • ¿Soy luz delante de mis hermanos?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Celebro el encuentro contigo en mis hermanos

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Mis ojos han visto a tu Salvador»

…”Ahí tenéis, hermanos míos, entre las manos de Simeón, un cirio encendido. También vosotros, encended en esta lámpara vuestros cirios, quiero decir estas lámparas que el Señor os ordena tener en vuestras manos (Lc 12,35). «Acercaos a él y quedaréis iluminados» (Sl 33,6) de manera que vosotros mismos seáis más que portadores de unas lámparas: unas luces que alumbren vuestro interior y también al exterior de vosotros mismos y a vuestros prójimos.

¡Qué tengáis una lámpara en vuestro corazón, en vuestra mano, en vuestra boca! Que la lámpara que tenéis en vuestro corazón brille para vosotros mismos, que la lámpara que tenéis en vuestra mano y en vuestra boca brille para vuestro prójimo. La lámpara de vuestro corazón es la devoción que inspira la fe; la lámpara de vuestra mano, el ejemplo de las buenas obras; la lámpara de vuestra boca, la palabra que edifica. Porque no debemos contentarnos con ser unas luces a los ojos de los hombres gracias a nuestros actos y a nuestras palabras, sino que nos es necesario brillar incluso delante de los ángeles por nuestra oración, y delante de Dios por nuestra intención. Nuestra lámpara delante de los ángeles es la pureza de nuestra devoción que nos impulsa a cantar recogidamente o a orar con fervor en su presencia. Nuestra lámpara delante de Dios, es la sincera resolución de dar gusto únicamente a aquel ante el cual hemos encontrado gracia…
A fin de que brillen todas estas lámparas, dejaos iluminar, hermanos míos, acercándoos al que es la fuente de la luz, quiero decir a Jesús que brilla en las manos de Simeón. Él quiere, ciertamente, iluminar vuestra fe, hacer que resplandezcan vuestras obras, inspiraros la palabra justa para decir a los hombres, llenar de fervor vuestra oración y purificar vuestra intención… Y cuando la lámpara de esta vida se apagará…, veréis la luz de la vida que no se apagará jamás elevarse y subir por la tarde como si fuera en pleno esplendor de mediodía”…

Beato Guerrico de Igny (hacia 1080-1157), abad cisterciense – 1er sermón para la Purificación de la Virgen María, 2.3.5; PL 185, 64-65

PARA REZAR

Oración a Nuestra Señora de la Candelaria

Nuestra Señora de la Candelaria,

Madre de la Luz, un día en el Templo

nos mostraste a Jesús, nuestro Salvador.

Hoy venimos a Vos,

nosotros que muchas veces caminamos en tinieblas

porque sabemos que seguís mostrándolo

a todo hombre que abre su corazón.

Danos la luz de la Fe que nos ayude

a seguir los pasos de tu Hijo.

Danos la luz de la Esperanza para vivir

el Evangelio a pesar de las dificultades.

Danos la luz del Amor para reconocer y servir

a Cristo que vive en los hermanos.

Danos la luz de la Verdad para descubrir

el mal que nos esclaviza y rechazarlo.

Danos la luz de la Alegría para ser testigos

de la Vida Nueva que Dios nos ofrece.

Madre buena de la Luz, tomanos de la mano,

iluminá nuestro camino, mostranos a Jesús.  Así sea.

VIERNES IV

Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y siempre

Lectura de la carta a los Hebreos  13, 1-9a

Hermanos:

Perseveren en el amor fraternal. No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.

Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros.

No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré. De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?

Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe.

Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 26, 1. 3. 5. 8b-9abc (R.: 1a)

R.        El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación,

¿a quién temeré?

El Señor es el baluarte de mi vida,

¿ante quién temblaré?  R.

Aunque acampe contra mí un ejército,

mi corazón no temerá;

aunque estalle una guerra contra mí,

no perderé la confianza.  R.

Sí, él me cobijará en su Tienda de campaña

en el momento del peligro;

me ocultará al amparo de su Carpa

y me afirmará sobre una roca.  R.

Yo busco tu rostro, Señor,

no lo apartes de mí.

No alejes con ira a tu servidor,

tú, que eres mi ayuda.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 14-29

El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos» Otros afirmaban: «Es Elías.» Y otros: «Es un profeta como los antiguos.» Pero Herodes, al oír todo esto, decía: «Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado.»

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano.» Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía, quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella fue a preguntar a su madre: « ¿Qué debo pedirle?» «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta.

La joven volvió rápidamente donde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»

El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • El final de la Epístola a los Hebreos recomienda algunas actitudes muy prácticas. La fe no es solamente intelectual: se traduce en conductas y compromisos concretos.
  • En primer lugar aparece la hospitalidad. Si bien el huésped era considerado sagrado, en tiempos de persecuciones, la hospitalidad equivalía a la protección del indefenso, del perseguido, del buscado por su fe y a quien había que proteger recibiéndolo y ocultándolo, aún con todo el riesgo que ello suponía. Junto a esto aparece la atención a aquellos que están en prisión recordando la regla de oro que proporciona el evangelio: «hagan con los otros lo que quieren que hagan con ustedes».
  • La castidad del matrimonio es otra realidad enunciada. Santificados por Cristo y participantes ya del cielo, el cristiano no puede comportarse, en la sexualidad, como el que no tiene esperanza.
  • En relación con el dinero se condena la avaricia. Al fundamentar nuestra vida en las cosas materiales excluimos a Dios y su providencia del horizonte de toda vida humana.
  • Por último, se invita a recordar a los pastores y dirigentes. Su muerte es presentada como ejemplo de fe cimentada en Cristo, que es inmutable, el mismo ayer, hoy y por los siglos.

***

  • La actividad misionera de Jesús, prolongada ahora en los discípulos, extiende la fama pero también los interrogantes sobre su persona. Entre el envío de los discípulos y el regreso de su misión, Marcos introduce dos relatos, en el primero la gente opina sobre Jesús y en el segundo se presenta el martirio de Juan el Bautista.
  • El evangelista, de forma sutil pero clara, está anunciando la suerte que correrá Jesús con su predicación tan impetuosa y transformadora, y la posible suerte que correrían el grupo de sus discípulos, si se comprometen con seriedad y dedicación al anuncio de la llegada inminente del Reino, y de la necesidad de un cambio de vida para asumir esta causa.
  • Juan el Bautista es admirado por su ejemplo de entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal. Por eso Herodes lo aprecia y respeta, a pesar de que, esa denuncia lo perjudicaba. Pero la debilidad de este rey, que le había quitado injustamente la mujer a su hermano Felipe, y las intrigas de la mujer y de su hija, acabaron con su vida. El profeta no podía permanecer imparcial ante esta injusticia.
  • Herodías, aprovechó la fiesta de cumpleaños de Herodes y utilizando a su hija como señuelo, la hizo danzar. Esto agradó tanto a Herodes que prometió a la joven darle lo que pidiese, incluso la mitad de su reino. A Herodías, le bastó la cabeza del profeta. Herodes por no quedar mal ante la corte se ve obligado a cumplir su promesa.
  • Juan el Bautista es fiel, hasta sus últimas consecuencias, a Aquel que lo envió. Al entregar su vida, da paso para que la Buena Nueva del amor de Dios a los hombres, se centre sólo en Aquel que Dios nos envía.
  • Si bien el Señor no pide a todos los cristianos que derramen su sangre en testimonio de su fe, reclama de todos una firmeza heroica para proclamar la verdad con la vida y la palabra en medio del mundo, en las circunstancias en las que nos ha colocado la vida. Habrá ocasiones en las que no podremos permanecer en silencio, sino que tendremos que denunciar el mal allí donde se manifiesta. No podemos pasar de largo ante la pobreza, el hambre provocada por sistemas injustos. No podemos cerrar la boca ante los desvalidos que son injustamente tratados. No podemos poner la mirada en otra parte cuando vemos el deterioro que la droga, la falta de oportunidades y una cultura vacía de valores, provocan en las generaciones más jóvenes.
  • Pero no sólo podemos limitarnos a denunciar el pecado; Cristo tiene que llegar a todos como verdad, vida y camino de salvación. Por eso, abiertos al Evangelio y a las inspiraciones del Espíritu Santo, tenemos que ser creativos, al proponer caminos que, desde el Evangelio, ayuden al hombre a verse libre de sus esclavitudes.
  • Derramar hoy nuestra sangre por fidelidad al Evangelio, es no tener miedo a derramar nuestro tiempo, nuestras capacidades en la lucha por el bien de nuestros hermanos, con la certeza que sólo el Señor es nuestra herencia. Vivamos en plenitud nuestro compromiso con el Señor y, con la misión que Él nos ha confiado, con palabras valientes, pero sobre todo con una vida coherente que sea como un signo profético en medio de un mundo que levanta altares a dioses falsos.

PARA DISCERNIR

  • ¿Vivimos la verdad del Evangelio a medias?
  • ¿Nos animamos a dar un paso más aunque nos cueste tiempo y renuncias?
  • ¿Estamos dispuestos nosotros,  a seguir el camino de la entrega incondicional?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Mi corazón no temerá

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…Ésta fue la tarea de Jesús como sumo sacerdote de la nueva alianza, mediador entre el Padre y la humanidad pecadora: en primer lugar, abrió el acceso al santo de los santos y lo recorrió él mismo. Allí es donde Jesús ora ahora, en este «ahora» sin límites de la eternidad que nuestro tiempo creado no puede fijar ni hacernos alcanzar, a no ser a través de la oración. Jesús es así, para siempre, el hombre de la oración, nuestro sumo sacerdote que intercede. Tal es y tal permanece así «ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8). Allí arriba, en Jesús resucitado, se encuentra también la fuente perenne de nuestra oración de aquí abajo. Gracias a la oración estamos cerca de él, rotos y sobrepasados los límites del tiempo, y respiramos en la eternidad, manteniéndonos en presencia del Padre, unidos a Jesús.

Para llegar allí es necesario recorrer aquí abajo el mismo camino que el Salvador, no hay ningún otro: el de la cruz y el de la muerte. La misma carta a los Hebreos observa que Jesús padeció la muerte fuera de las puertas de la ciudad. En consecuencia, los cristianos también deben salir «a su encuentro fuera del campamento y carguemos también nosotros con su oprobio (Heb 13,13), es decir, la vergüenza de la cruz. Todo bautizado lleva en él el deseo de este éxodo hacia Cristo. «No tenemos aquí ciudad permanente, sino que aspiramos a la ciudad futura (Heb 13,14), allí donde está presente Jesús ahora. También nosotros estamos ya allí, en la medida en que, mediante la oración, habitamos junto a él. «Así pues, ofrezcamos a Dios sin cesar por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que bendicen su nombre» (Heb 13,15). En efecto, el cristiano, que camina tras las huellas de Jesús, ofrece como él un sacrificio de oración. Confiesa e invoca constantemente su nombre. Y después, en el amor, comparte todo con sus hermanos”…

Louf, El espíritu ora en nosotros, Narcea, Madrid 1985.

PARA REZAR

Oración de un Misionero Mártir

Que mis manos sean las tuyas.
Que mis ojos sean los tuyos.
Que mi lengua sea la tuya.
Que mis sentidos y mi cuerpo
no sirvan sino para glorificarte.

Pero sobre todo: transfórmame:
¡Que mi memoria, mi inteligencia,
mi corazón, sean tu memoria,
tu inteligencia y tu corazón!

¡Que mis acciones y mis sentimientos,
sean semejantes a tus acciones y
a tus sentimientos!

Amén

Juan Gabriel Perboyre – (Patrono de Oceanía)

SÁBADO IV

Eran como ovejas sin pastor

Lectura de la carta a los Hebreos  13, 15-17. 20-21

Hermanos:

Por medio de Jesús, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su Nombre. Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son sacrificios agradables a Dios.

Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta. Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les reportaría a ustedes ningún provecho.

Que el Dios de la paz -el mismo que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre de una Alianza eterna- los capacite para cumplir su voluntad, practicando toda clase de bien. Que él haga en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 1)

R.        El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El me hace descansar en verdes praderas,

me conduce a las aguas tranquilas

y repara mis fuerzas.  R.

Me guía por el recto sendero,

por amor de su Nombre.

Aunque cruce por oscuras quebradas,

porque tú estás conmigo:

tu vara y tu bastón me infunden confianza.  R.

Tú preparas ante mí una mesa,

frente a mis enemigos;

unges con óleo mi cabeza

y mi copa rebosa.  R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan

a lo largo de mi vida;

y habitaré en la Casa del Señor,

por muy largo tiempo.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 30-34

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. El les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco.» Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.

Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Toda la Epístola de los Hebreos nos ha mostrado que hay un solo sacerdote, Jesucristo. Jesús instituyó a unos ministros que han de conformarse al modelo único. No obstante la epístola, acaba hablando del sacerdocio común a todos los bautizados. Todos los cristianos son invitados a «ofrecer sin cesar un sacrificio de alabanza».
  • No se trata pues del servicio cultual hecho en el santuario, sino del culto espiritual, que consiste en ofrecer toda la vida, en todos los ámbitos en que nos encontramos.
  • La primera manifestación de nuestro sacerdocio, el primer sacrificio que ofrecemos es nuestra «fe», sacrificio de nuestra autonomía, de nuestro modo de pensar, para adoptar el punto de vista de Dios.
  • La segunda manifestación de nuestro sacerdocio, el segundo sacrificio que ofrecemos es nuestra «caridad»: amar, compartir, renunciarse a sí mismo, para adoptar el punto de vista de los demás. La verdadera «comunión» de Iglesia supone vaciarse de sí mismo o de las propias ventajas. La kénosis y obediencia de Cristo al Padre fue así.
  • La ofrenda de Cristo, su «si», encuentra eco en todo corazón que se hace transparente ante la mirada de Dios. Dios sólo espera de nosotros que tengamos un corazón abierto y que sepamos hacer nuestro, el «sí» de Jesucristo al Padre. Nuestra verdadera riqueza consiste en esta capacidad de pronunciar continuamente el «sí» de Jesús al Padre, en medio de todas las circunstancias de nuestra vida. Así, toda nuestra vida será una ofrenda.

***

  • Una vez relatado el martirio de Juan Bautista que escuchamos ayer Marcos relata que volvieron los apóstoles a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús se da cuenta de que lo que más necesitan en ese momento es un poco de descanso junto a Él, para reponer fuerzas y revisar su actuación. Ese es el plan que les propone. Solo que las necesidades de los pobres, son más urgentes que el descanso de los misioneros.
  • La fuerza del anuncio del Reino, aunque se aleje por el lago, sigue presente en la tierra porque ya ha sido sembrado. Al llegar al lugar del descanso, Jesús se da cuenta de que lo ha seguido una gran cantidad de personas; y el evangelista, con términos muy tiernos, presenta a Jesús “compadecido de la multitud que anda como ovejas sin pastor».
  • Jesús, por medio de su ministerio de misericordia y de liberación, fue ganando espacio en medio de los pobres del pueblo. El pueblo tenía hambre y sed de justicia, de solidaridad, de igualdad,  de consuelo, de Palabra de Dios y en Jesús encontraban aquello que no le brindaban sus pastores. Su palabra era comprendida por el pueblo como el mensaje de Dios les dirigía. Su actuar era visto y asimilado como el tiempo de gracia que Dios instauraba en medio del pueblo.
  • Dios siente compasión de su pueblo cansado de la marginación y el abuso. Por eso en Jesús, el Padre manifiesta su amor y su compasión a aquella multitud que lo seguía para recibir la vida, que provenía de su palabra y de su forma de vivir. El pueblo experimentó en la persona de Jesús la misericordia de Dios hecha carne, hecha humanidad. Por eso no importaba la distancia, no importaban los horarios, no importaba lo establecido por la ley. Lo importante era experimentar a Dios mismo y la ternura de su amor.
  • Jesús asume el compromiso de pastor de su pueblo, y le enseña, lo orienta, lo guía y lo instruye.
  • También nuestro pueblo hoy, ante este modelo social y cultural que se ha impuesto, sigue teniendo hambre de valores de humanidad. Nuestro pueblo, también vive situaciones de muerte y de desolación y muchas veces no tiene quién lo mire y le enseñe con misericordia.
  • Como Iglesia, fiel a su maestro, tenemos abrir nuestras entrañas de misericordia para responder a ese pueblo al que pertenecemos; al que hemos sido enviados y al que tenemos la obligación de anunciarle la Buena Nueva de Jesús.
  • Pero esto no puede hacerse desde afuera. Para que no sea mera ideología o asistencialismo, debe hacerse al modo de Jesús: desde la compasión. Compadecer significa “padecer con”, es decir, estar al lado, compartir el sufrimiento del otro. El término tiene que ver con las entrañas, es decir, compartir desde las entrañas, desde lo más profundo, el dolor de los demás. Y esto implica involucrarnos, romper esquemas, romper horarios y estar siempre dispuestos a amar y a dar testimonio y razón de nuestra fe y esperanza; sin pasar de largo ante el dolor, ante la angustia de las personas porque ni éstas, ni Dios se toman vacaciones.
  • Compasivos para ser creativos, con la creatividad que viene del Espíritu Santo, para que el Señor sea encontrado, conocido, amado y se transforme en fuente de vida y vida en abundancia.

PARA DISCERNIR

  • ¿Ante el dolor de nuestro pueblo experimentamos lástima o compasión?
  • ¿Creo en el poder de la Buena Noticia?
  • ¿Asumo el proyecto social de Jesús?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Crea en mí Señor un corazón compasivo

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

…”«La pasión del Señor», escribió León Magno, «se prolonga hasta el fin del mundo». ¿Dónde «está agonizando» hoy Jesús? En muchísimos lugares y situaciones. Pero fijemos nuestra atención en una sola de ellas: la pobreza. Cristo está clavado en la cruz en los pobres. La primera cosa que hemos de hacer, por tanto, es echar fuera nuestras defensas y dejarnos invadir por una sana inquietud. Hacer que entren los pobres en nuestra carne. Darnos cuenta de ellos indica una imprevista apertura de los ojos, un sobresalto de la conciencia […].

Con la venida de Jesucristo el problema de los pobres ha tomado una dimensión nueva. Aquel que pronunció sobre el pan las palabras: «Esto es mi cuerpo», las dijo también de los pobres cuando declaró solemnemente: «Conmigo lo hicisteis». Hay un nexo bastante estrecho entre la eucaristía y los pobres. Lo que debemos hacer concretamente por los pobres podemos resumirlo en tres palabras: evangelizarlos, amarlos, socorrerlos.

Evangelizarlos: hoy también tienen derecho a oír la Buena Noticia:

«Bienaventurados los pobres». Porque ante vosotros se abre una posibilidad inmensa, cerrada, o bastante difícil, a los ricos: el Reino.

Amar a los pobres: significa antes que nada respetarlos y reconocer su dignidad. En ellos brilla -precisamente por la falta de otros títulos y distinciones- con una luz más viva la dignidad radical del ser humano. Los pobres no merecen sólo nuestra compasión; merecen también nuestra admiración.

Por último, socorrer a los pobres: aunque hoy ya no basta con la simple limosna; haría falta una movilización coral de toda la cristiandad para liberar a los millones de persones que mueren de hambre, de enfermedades y de miseria. Esta sería una cruzada digna de tal nombre, es decir, de la cruz de Cristo”…

R. Cantalamessa – edición española: La fuerza de la cruz –  Monte Carmelo, Burgos 2001

PARA REZAR

Oración del enviado

«Vayan por todo el mundo…»
Estas palabras están dichas para mí.
Soy continuador de tu obra.
Soy tu compañero en la misión.

La mies es mucha y los operarios pocos.
Quiero ser uno de ellos.
Muchas personas están caídas y pasamos de largo.
Quiero ser buen samaritano.

Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.

Dame audacia.
En este mundo escéptico y autosuficiente,
tengo miedo.

Dame esperanza.
En esta sociedad recelosa y cerrada,
yo también tengo poca confianza en las personas.

Dame amor.
En esta tierra no solidaria y fría
yo también siento poco amor.

Dame constancia.
En este ambiente cómodo y superficial,
yo también me canso fácilmente.

Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.