TIEMPO DTE EL AÑO – CICLO A

DOMINGO XXIV

LUNES XXIV

MARTES XXIV

MIÉRCOLES XXIV

JUEVES XXIV

SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA (F)

VIERNES XXIV

SÁBADO XXIV

TIEMPO DTE EL AÑO – CICLO A

DOMINGO XXIV

Perdonar setenta veces siete

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Eclesiástico  27, 30-28, 7

El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador.

El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.

Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.

Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane? No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados! El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?

Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos; acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12 (R.: 8)

R.        El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia.

Bendice al Señor, alma mía,

que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;

bendice al Señor, alma mía,

y nunca olvides sus beneficios.  R.

El perdona todas tus culpas

y cura todas tus dolencias;

rescata tu vida del sepulcro,

te corona de amor y de ternura.  R.

No acusa de manera inapelable

ni guarda rencor eternamente;

no nos trata según nuestros pecados

ni nos paga conforme a nuestras culpas.  R.

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,

así de inmenso es su amor por los que lo temen;

cuanto dista el oriente del occidente,

así aparta de nosotros nuestros pecados.  R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Roma    14, 7-9

Hermanos:

Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.

Palabra de Dios.

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   18, 21-35

Se adelantó Pedro y dijo a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?»

Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: «Señor, dame un plazo y te pagaré todo.» El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.

Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: «Págame lo que me debes.» El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: «Dame un plazo y te pagaré la deuda.» Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: «¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecía de tí?» E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.

Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • El pasaje de hoy habla en primer término de la honestidad y de la honradez en el pensamiento y en la conducta con relación a los demás para luego rechazar expresamente el espíritu vengativo prometiendo el perdón a los que saben perdonar.
  • El que se venga y no perdona no puede esperar sino venganza.  En la mente del sabio no cabe la venganza, sino sólo el perdón. Quien se siente ofendido por otro, antes de dejarse llevar por la ira deberá mirarse a sí mismo. El rencor no suele quedar impune ya que siguiendo la ley del talión, el rencoroso siempre cae en su propia trampa
  • Si el hombre débil y enfermo, no sabe compadecerse de otro hombre, débil y enfermo al igual que él no tiene derecho a atreverse a pedir el perdón a Dios. Sólo el que practica el perdón se hace merecedor del mismo.
  • La alianza con el Señor es el fundamento y la última motivación de esa conducta que debe observar Israel con los demás. Pues también el Señor perdona y es paciente con ese pueblo de dura cerviz.

 ***

  • Pablo da unas orientaciones prácticas para que en la comunidad cristiana reine siempre el respeto mutuo y el amor, dado que en determinados puntos, tienen opiniones divergentes, opiniones que afectan concretamente a prácticas religiosas
  • En la comunidad de Roma, los tradicionalistas se abstenían de carnes, quizá de bebidas alcohólicas y respetaban el calendario litúrgico legal. Otros amparándose en la libertad de los hijos de Dios tenían una conducta más liberal frente a estas prescripciones. Unos y otros se acusaban mutuamente.
  • Para salvar la unidad, Pablo señala que la pertenencia al Señor en la vida y en la muerte está por encima de todos los puntos de vista individuales, la fe nos hace libres, pero cada uno debe respetar los comportamientos de cada uno en su marcha hacia Dios por los caminos de la fe, buscando antes lo que une más que lo que separa.
  • Pablo exhorta a los «fuertes» de ideas claras, entre los que se cuenta él mismo, a descubrir los valores positivos de la fe de los demás, colocándose en el punto de vista del Señor: precisamente porque el Señor está por encima de esas pequeñeces.
  • También los exhorta a ceder en la práctica ante los débiles: porque la libertad que tienen de comer de todo cesa cuando está en peligro la obra de Dios en los demás, cuando un don de Cristo comienza a destruir la obra de Cristo. A los débiles Pablo les aconseja no condenar a los demás.
  • El Señor es el que juzga y a quien debemos atenernos tanto en la vida como en la muerte. A él sólo pertenecemos, ya que sólo él murió para destruir nuestra muerte y resucitó para darnos vida abundante.

***

  • Continúa la temática del perdón introducida el domingo pasado. Pedro, la piedra, el cimiento del edificio comunitario, pregunta por los límites del perdón de las ofensas entre hermanos.
  • Primitivamente, una ofensa merecía una venganza «setenta veces siete» mayor. La venganza trataba de evitar y cortar excesos a la hora de exigir compensaciones por el daño sufrido. La ley del talión redujo la tarifa a la medida de la falta: ojo por ojo, diente por diente. Es decir, por un ojo, un ojo y no los dos; por un diente, un diente y no la dentadura.
  • Con posterioridad se descubre la noción del perdón. Las escuelas rabínicas exigían que sus discípulos perdonasen cierta cantidad de veces a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, etc…, y las tarifas variaban según la escuela. Así se comprende que Pedro le pregunte a Jesús por los límites de este perdón.
  • Jesús contesta a Pedro con una parábola que libra al perdón de todo arancel para hacer de él el signo del perdón recibido de Dios. La parábola comienza con las significativas palabras: «Se parece el Reino de los Cielos…» La fuente de inspiración para la conducta de los seguidores de Jesús no es una norma legal ni ética. Es el Reino de Dios. Los que siguen a Jesús se convierten en la comunidad del Reino.
  • Un empleado del rey es perdonado por una deuda de diez mil talentos, una suma que justificaba la posibilidad, según la costumbre, de venderlo a él, a su mujer e hijos, y a sus posesiones. Al empleado, en cambio, uno de sus compañeros le debía cien denarios, una cifra pequeña, que sólo podía llevar a unos días de cárcel. El empleado pide a su compañero literalmente lo mismo que él a su señor: «ten paciencia y te lo pagaré todo». No recibe ni perdón, ni paciencia, sino la cárcel. El empleado se ha atenido a la ley, siendo incapaz de transmitir el mensaje de perdón de su señor que superó todo lo que él esperaba.
  • Para Jesús el perdón no es únicamente un deber moral con tarifa, como en el judaísmo, sino el eco de la conciencia de haber sido perdonado, se ha de perdonar a los demás indefinidamente, porque todos hemos sido perdonados sin medida por Dios: así proclamamos la Buena Nueva del perdón de Dios. Es la característica del perdón cristiano: se perdona como se ha sido perdonado.
  • La tradición bíblica presenta a un Dios que ama a un pueblo que no se lo merece ni por su fidelidad religiosa, ni por su poderío político, ni por ningún otro valor. Es un Dios enamorado de su pueblo. No existe otra razón. A nosotros se nos invita a actuar en esta dirección de gratuidad, amando a los enemigos o invitando a quien no nos puede invitar.
  • La comunidad del Reino no vive de la legalidad, sino de la inmensa alegría del padre, cuyo amor y perdón excede lo que podemos pensar.
  • La referencia a un Dios que se nos da de manera gratuita, como pura gracia, nos sirve no sólo para evangelizar nuestro corazón, sino también para purificar las acciones de nuestra comunidad.
  • El Dios que presenta Jesús es amor, un amor gratuito. Nadie ama por los méritos de alguien, eso sería pago o respuesta por algo recibido. El amor es espontáneo, inmerecido e inesperado. La respuesta que el amor espera es más amor. A pesar de nuestras deudas o culpas Dios nos perdona porque es amor efectivo, nos ama. Por eso espera del hombre que haga lo mismo con sus semejantes.
  • La muestra más palpable de la profundidad del amor que experimentan los seguidores de Jesús es que pueden perdonar. En el perdón el amor deja de ser abstracto, se hace concreto y real en personas vivas, con todas sus limitaciones y pecados, carencias y necesidades. Amamos perdonando.
  • El perdón fraterno es consecuencia del perdón de Dios, es doblegarse completamente a la acción misericordiosa de Dios de tal manera que pueda desarrollarse en toda su energía e irradiarse. En este sentido, perdonar a los hermanos es signo de la plenitud de la eficacia del perdón de Dios ya recibido. Los hombres no podemos ignorar que nuestra actitud con nuestros hermanos compromete nuestra propia situación ante Dios.
  • El discípulo de Jesús no debe poner límites al perdón, porque vive desde la experiencia de haber sido perdonado, se sabe envuelto en gracia. Por eso, lo que brota del discípulo nunca pueden ser sólo exigencias, sino donación, perdón y gracia.
  • El plan de Dios es que nadie se pierda. Dentro de la Iglesia el pecado sigue siendo una realidad con la que hay que contar. Sería inconcebible retener para nosotros un don inmenso gratuitamente recibido.
  • Jesús presenta una nueva ética basada en el amor y no en la justicia. Entre el amor y la justicia hay una diferencia radical: en el amor el perdón se da a priori, en la justicia a posteriori.
  • En la justicia primero se exige la enmienda, la reparación, y después se concede el perdón. En el amor, primero se perdona y después se trata de descubrir cómo se sigue andando.
  • El Padre es el que perdona sin límites y la comunidad cristiana es la que da testimonio del Padre no poniendo límites a su perdón. De este modo el perdón se convierte en una acción incesante de transformación del mundo. Nuestro pasado se transforma, y en nosotros está, a su vez, la posibilidad de transformar el pasado de los otros.
  • El perdón, no consiste en enterrar algo que pertenece al pasado bajo el manto del olvido. El perdón, no es prescindir de lo que pasó, sino hacer realmente posible que pasen cosas buenas y nuevas, sobre una base probablemente vieja y mala. El perdón no implica el olvido. Sería absurdo esperar que el perdón borre los recuerdos. Hay  perdón a pesar de que el recuerdo de una experiencia dolorosa siga, pero no evocando sentimientos de odio y venganza. No podemos borrar los recuerdos de nuestra mente, pero sí podemos quitar el veneno de esos recuerdos.
  • El perdón es novedad, un acto de creación, es resurrección, inauguración de una historia nueva. Perdonar es la actitud de quienes se han sumergido en la experiencia del perdón inagotable del Padre.
  • La Iglesia está llamada a ser lugar de perdón y reconciliación. El perdón pedido y ofrecido en la Iglesia hace que la vida se viva con la alegría de recuperar las relaciones deterioradas por las deficiencias del amor de sus miembros. Este pedir perdón y perdonar purifica los vínculos y las relaciones se hacen más sinceras y más profundas, conduciendo a una convivencia más auténtica por lo tanto más gozosa. La Iglesia está llamada a revelar el rostro amoroso y misericordioso de Dios. Lejos de toda fantasía y soberbia que nos coloque como comunidad de puros y santos en la Iglesia, el ser perdonados y aprender a perdonar, son las formas concretas a través de las cuales nosotros, que somos pecadores, expresamos y realizamos nuestra misión.
  • La Iglesia debe ser el lugar donde se sanan las heridas y se devuelve la vida. Ese espacio sagrado, no condenatorio, donde no se juzga nuestra vulnerabilidad, ni se tiene miedo a descubrir las propias limitaciones y heridas porque la única ley es el amor compasivo de Jesucristo.
  • Cuando en la Iglesia se vive la dinámica del amor que perdona y pide perdón, Dios se hace presente como Aquél que envía a su Hijo para salvar al mundo y no para condenarlo; es una Iglesia donde se vive la alegría de la salvación que llega a todos y a cada uno de sus hijos. Una Iglesia así puede ser evangelizadora porque lleva espontánea y gozosamente el amor misericordioso de Dios a todos los hombres, especialmente a los más necesitados de él. La misión será entonces, un continuo ayudar a los hombres a sentirse amados más allá de todo.

PARA DISCERNIR

  • ¿A qué me invita esta palabra?
  • ¿Qué conversión me pide?
  • ¿Qué experiencia he tenido del perdón fraterno?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

El perdona todas tus culpas

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Encíclica «Dives in misericordia» – «¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

La Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo grado en Cristo Jesús. Este misterio, no sólo para la misma Iglesia en cuanto comunidad de creyentes, sino también en cierto sentido para todos los hombres, es fuente de una vida diversa de la que el hombre, expuesto a las fuerzas prepotentes de la triple concupiscencia que obran en él, está en condiciones de construir. Precisamente en nombre de este misterio Cristo nos enseña a perdonar siempre. ¡Cuántas veces repetimos las palabras de la oración que El mismo nos enseñó, pidiendo: «perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6,12),  es decir, a aquellos que son culpables de algo respecto a nosotros!

Es en verdad difícil expresar el valor profundo de la actitud que tales palabras trazan e inculcan. ¡Cuántas cosas dicen estas palabras a todo hombre acerca de su semejante y también acerca de sí mismo! La conciencia de ser deudores unos de otros va pareja con la llamada a la solidaridad fraterna que san Pablo ha expresado en la invitación concisa a soportarnos «mutuamente con amor» (Ep 4,2). ¡Qué lección de humildad se encierra aquí respecto del hombre, del prójimo y de sí mismo a la vez! ¡Qué escuela de buena voluntad para la convivencia de cada día, en las diversas condiciones de nuestra existencia!

San Juan Pablo II, Papa

PARA REZAR

[…]No discriminar,

perdonar y pedir perdón.

Ser coherentes

entre palabra y acción.

Vivir sin dobleces

entre práctica y contemplación.

Ser libre de los poderes,

del consumo, de la ambición

y del egoísmo que mata

y ayuda a morir.

Ser libre para el otro

para el que está cerca y

el que no conozco,

ser libre para ser solidario

ser libre para crecer en la fe

ser libre para esperar y

construir esperanza

ser libre para liberar,

ser libre para amar.

Párrafo de oración: Vivir como hombres nuevos de Marcelo Murúa

LUNES XXIV

Basta una palabra y mi sirviente se sanará

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a Timoteo    2, 1-8

Querido hermano:

Ante todo, te recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los soberanos y por todas las autoridades, para que podamos disfrutar de paz y de tranquilidad, y llevar una vida piadosa y digna. Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro Salvador, porque él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también, que se entregó a sí mismo para rescatar a todos. Este es el testimonio que él dio a su debido tiempo, y del cual fui constituido heraldo y Apóstol para enseñar a los paganos la verdadera fe. Digo la verdad, y no miento.

Por lo tanto, quiero que los hombres oren constantemente, levantando las manos al cielo con recta intención, sin arrebatos ni discusiones.

Palabra de Dios.

SALMO         Sal 27, 2. 7. 8-9 (R.: 6)

R.      Bendito sea el Señor, porque oyó la voz de mi plegaria.

Oye la voz de mi plegaria,

cuando clamo hacia ti,

cuando elevo mis manos hacia tu Santuario.  R.

El Señor es mi fuerza y mi escudo,

mi corazón confía en él.

Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda:

por eso le daré gracias con mi canto.  R.

El Señor es la fuerza de su pueblo,

el baluarte de salvación para su Ungido.

Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia;

apaciéntalos y sé su guía para siempre.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 1-10

Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor.

Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga.»

Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: «Ve», él va; y a otro: «Ven», él viene; y cuando digo a mi sirviente: «¡Tienes que hacer esto!», él lo hace.»

Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe.»

Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Las asambleas de los primeros cristianos debían de ser poco numerosas, pues no habiendo todavía iglesias ni capillas, se reunían sólo en casas particulares. Las epístolas pastorales insisten sobre la organización de las comunidades. San Pablo, les da la consigna esencial de rogar por todos los hombres, que amplíen su plegaria a las dimensiones del mundo entero.
  • El motivo es doble: «Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». Y, además, tenemos un único «mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos». Dios es Padre de todos y Cristo ha muerto para salvar a todos. Por tanto los cristianos tenemos que desear y pedir la salvación de todos.
  • La condición para hacer estas plegarias es: alzar las manos limpias de ira y divisiones», porque si estos sentimientos anidan en nuestros corazones, mal podemos rezar por todos.
  • Por el bautismo todos somos pueblo sacerdotal, y una de las cosas que hace el mediador es rezar ante Dios por los demás. Hoy, los cristianos reunidos representamos la humanidad ante Dios y necesitamos hacernos solidarios de «todos». Rezamos, clamamos, pedimos, participamos de la Eucaristía con el fin  no sólo de rogar primero por nosotros mismos o por el círculo más cercano, tenemos que rezar por la «multitud» a la cual Jesús ha dado su vida.

***

  • Cafarnaún significa aldea de consuelo. Estaba ubicada a solo 4 kilómetros de la desembocadura del río Jordán. Los centuriones eran la espina dorsal del ejército romano. Cada legión romana constaba de 6000 hombres divididos en sesenta centurias de cien hombres cada una. Al frente de cada centuria se encontraba un centurión. Ellos eran verdaderos soldados profesionales, veteranos y responsables de la disciplina y la moral del ejército. En muchos casos, para ganarse la estima del pueblo,  actuaban como benefactores concediendo ciertos beneficios.
  • Lucas, nos relata que este centurión, un pagano que posiblemente conoce a Jesús de oídas, envió a unos dirigentes judíos para que intercedieran por él ante el Maestro. Los mismos que se escandalizan cuando Jesús cura en sábado o se acerca a los pecadores hacen de emisarios de aquellos que los benefician.
  • El centurión busca a Jesús porque ha hecho una analogía. Él fue nombrado por un poder superior como jefe  y ejerce autoridad sobre sus soldados y ellos le obedecen. Cuando oye sobre la enseñanza y los milagros de Jesucristo, piensa inmediatamente que este poder le viene de una autoridad superior que se lo ha confiado para que lo ejerza sobre la vida de la gente, sobre las enfermedades y sobre los demonios. Si Jesús tiene autoridad, puede hacer lo mismo que él, ordenar y que su palabra sea cumplida.
  • Al decir que no era digno que Jesús entre en su casa, expresa la conciencia de tener un lugar inferior en la cultura judía y que cualquier judío piadoso que entre en su casa no quedará sin contaminarse. Se mantiene a distancia enviando emisarios porque con buena conciencia no quiere que Jesús quede impuro por hacerle un favor. El centurión le da a Jesús la máxima autoridad, aun sobre todo el imperio romano al que él representa.
  • Jesús elogia su fe, y no se detiene en su colaboración con la sinagoga ni en su amor a la nación. Porque la fe es la fuerza más poderosa y sólo por medio de la fe se alcanza la salvación y la vida.
  • Lo sorprendente de este caso es que el centurión simplemente creyó que si Jesús daba una orden, aunque sea breve y aunque no esté presente, su criado sanaría.
  • Jesús saliendo del círculo de sus seguidores y de su propia nación aprovecha esta situación cargada de ambigüedades para mostrar la posibilidad de la fe.  Este hombre se muestra con una humanidad muy grande al preocuparse por un esclavo enfermo. Algo realmente inesperado. Esta humanidad es el inicio de la fe. Una fe que es humildad para reconocer la superioridad de Jesús sobre él, quien también es una persona de autoridad.
  • Tener fe no es la afirmación de ciertas pautas dogmáticas, el cumplimiento de ciertas prácticas rituales de una religión correcta o una simple pertenencia institucional, sino la absoluta confianza en el poder salvador de Jesús. Es establecer una relación donde se reconoce en la presencia de Jesús el mediador de la acción de Dios. Esto es lo que Jesús elogia de este pagano como contraposición a lo que critica de los jefes religiosos del pueblo.
  • En el escenario de la vida de Jesús aparecen constantemente situaciones ambiguas en las que los buenos responden mal y los malos desconciertan. Jesús se encarna y realiza su plan de salvación en una vida real, concreta, con sus tensiones  e incoherencias. En estas situaciones Jesús no deja de mostrar su bondad y amor que trasciende los méritos de quienes lo buscan. No ignora las contradicciones y el pecado, los señala, pero no se deja condicionar a la hora de realizar su misión: mostrar el amor universal de Dios, mostrar la dignidad de todos los hombres, ser sensible al sufrimiento de cualquiera y mostrar el camino de redención.

PARA DISCERNIR

  • ¿Cuáles son las manifestaciones más corrientes de nuestra fe?
  • ¿Qué necesitamos para creer?
  • ¿Dónde experimento de un modo más grande la bondad de Dios?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Mi corazón confía en Él

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Jesús encuentra la fe en un centurión romano

El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar… De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.). A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso… Pero esta «unión íntima y vital con Dios» puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explícitamente por el hombre. Tales actitudes pueden tener orígenes muy diversos: la rebelión contra el mal en el mundo, la ignorancia o la indiferencia religiosas, los afanes del mundo y de las riquezas (cf. Mt 13,22), el mal ejemplo de los creyentes, las corrientes del pensamiento hostiles a la religión, y finalmente esa actitud del hombre pecador que, por miedo, se oculta de Dios (cf. Gn 3,8-10) y huye ante su llamada (cf. Jon 1,3).

«Alégrese el corazón de los que buscan a Dios» (Sal 105,3). Si el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios no cesa de llamar a todo hombre a buscarle para que viva y encuentre la dicha. Pero esta búsqueda exige del hombre todo el esfuerzo de su inteligencia, la rectitud de su voluntad, «un corazón recto» (Sal 96,11), y también el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios.

«Tú eres grande, Señor, y muy digno de alabanza: grande es tu poder, y tu sabiduría no tiene medida (Sal 144,3; 146,5). Y el hombre, pequeña parte de tu creación, pretende alabarte, precisamente el hombre que, revestido de su condición mortal, lleva en sí el testimonio de su pecado y el testimonio de que tú resistes a los soberbios (Sant 4, 6) A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo le incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti» (San Agustín, Confesiones, 1,1, 1).

Catecismo de la Iglesia Católica 27- 30

PARA REZAR

Mírame Señor

Mírame Señor, no soy digno

de que entres en mi casa.

Háblame Señor, tu palabra

bastará para sanarme.

Sáname Señor, Tú conoces

cuántas luchas en mis límites,

quiero dar a luz el misterio

que descansa en mi interior.

De tu Cuerpo brota sangre y agua viva,

va cayendo suavemente en mi interior,

te recibo con asombro y me conmuevo.

Cristo vivo, Dios está presente

en mi pobre corazón.

Mírame Señor, yo no sé confiar

en medio de tormentas.

Háblame Señor, Tú me alientas

y camino sin temor.

Cuídame Señor, nadie más sostiene

mi vida entregada.

Te prometo, oh Dios, serte fiel

hasta la cruz y cruz de amor.

Te amaré Señor, aunque tenga

que olvidarme de mí mismo,

tomaré mi cruz,

seguiré tus pasos si mirar atrás.

Sonreiré Señor, aunque todo fracase

y quede solo,

y si estoy muy mal

tu palabra ardiente me liberará.

Lavaré Señor mis vestidos

en tu sangre de cordero.

Cantaré Señor,

y tu fuego abrasará mi corazón.

Aliviarás Señor, con el paso

de tu Cuerpo en mis entrañas.

Te bendeciré Señor, contemplando

el crecimiento que anidé.

MARTES XXIV

Joven, yo te lo ordeno, levántate

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a Timoteo      3, 1-13

Querido hermano:

Es muy cierta esta afirmación: «El que aspira a presidir la comunidad, desea ejercer una noble función.» Por eso, el que preside debe ser un hombre irreprochable, que se haya casado una sola vez, sobrio, equilibrado, ordenado, hospitalario y apto para la enseñanza. Que no sea afecto a la bebida ni pendenciero, sino indulgente, enemigo de las querellas y desinteresado. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos en la obediencia con toda dignidad. Porque si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar la Iglesia de Dios?

Y no debe ser un hombre recientemente convertido, para que el orgullo no le haga perder la cabeza y no incurra en la misma condenación que el demonio. También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio.

De la misma manera, los diáconos deben ser hombres respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas. Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado.

Que las mujeres sean igualmente dignas, discretas para hablar de los demás, sobrias y fieles en todo.

Los diáconos deberán ser hombres casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 100, 1-2b. 2c-3b. 5. 6 (R.: cf. 2c)

R.        Procederé con rectitud de corazón.

Celebraré con un canto la bondad y la justicia:

a ti, Señor, te cantaré;

expondré con sensatez el camino perfecto:

¿cuándo vendrás en mi ayuda?  R.

Yo procedo con rectitud de corazón

en los asuntos de mi casa;

nunca pongo mis ojos

en cosas infames.

Detesto la conducta de los descarriados.  R.

Al que difama en secreto a su prójimo

lo hago desaparecer;

al de mirada altiva y corazón soberbio

no lo puedo soportar.  R.

Pongo mis ojos en las personas leales

para que estén cerca de mí;

el que va por el camino perfecto

es mi servidor.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas   7, 11-17

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: «No llores.» Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: «Joven, yo te lo ordeno, levántate.»

El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.

Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo.»

El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Las comunidades se organizaban según una cierta jerarquía de roles o funciones: ningún grupo humano es estable sin un mínimo de estructuras. Después de ordenar el culto, Pablo pasa a hablar de los que tienen ministerios en la comunidad.
  • San Pablo dice que es una noble función ser responsable de una comunidad cristiana. La palabra traducida aquí por «responsable de una comunidad de Iglesia», es el término griego «epíscope» del que deriva el de obispo. No se trata del cargo episcopal tal como existe hoy, sino, más bien, de las funciones de presidencia de una comunidad local.
  • Las cualidades que pide de ellos son las que se pedirían de cualquier persona a la que se le encomienda un cargo de responsabilidad: sensatez, equilibrio, fidelidad, buena educación, dominio de sí, comprensión, buen gobierno de su propia casa, que sean hombres de palabra, sino irreprochables.
  • Virtudes sencillas que hacen agradables las relaciones. De ningún modo se pone el acento sobre la autoridad, el poder… sino sobre la bondad y la paciencia.
  • Pablo y la Iglesia primitiva no fueron novedosos hablando de los dirigentes de las comunidades cristianas. Era un título cuyas funciones ya habían vivido o visto en comunidades judías. Pero la originalidad del ministerio cristiano se manifiesta en la creación del «diácono». Este título reúne lo central del mensaje cristiano: servir.
  • Tiene que hacer presente la imagen del Siervo de dolores en la última cena, lavando los pies a los apóstoles: un servicio hasta la muerte. Este es el sentido de la palabra «diácono», que ha de impregnar todos los ministerios de la comunidad cristiana.

***

  • Dos procesiones se encuentran: por un lado, llevan a enterrar fuera de la ciudad a un hijo único de una mujer viuda; por otro, los discípulos que acompañan al Señor de la vida. Una procesión es conducida por un muerto: una persona joven, una historia truncada en el momento de mayor vitalidad; la otra, rodea al Viviente. El hijo de la viuda y el Hijo de Dios se chocan. Ella enterraba a su único hijo y en adelante estará sola en la vida, sin apoyo, sin seguridad para su ancianidad. De algún modo, está tan muerta como su hijo.
  • Jesús detiene a los que lo llevan, siente compasión, ve la desgracia del otro como si fuera suya. Dios no quiere abandonar a la muerte al hombre del que siente compasión. Con la fuerza resucitadora de su Palabra levanta del féretro al joven difunto. La pérdida de este hijo querido es transformada por la buena nueva en don ofrecido nuevamente a su madre.
  •  La misericordia de Dios es la otra cara de su poder creador: Dios ama, y su amor es vida, renacimiento, resurrección, salvación, gracia, novedad, admirable intercambio.
  • Paradójicamente en la puerta de la ciudad, el muerto y el vivo cambian su condición: el muerto será despertado a la vida, mientras que el Vivo se encamina libremente a la muerte. En el joven que Jesús devuelve con vida a su madre ya está la  promesa del Resucitado.
  • Jesús ocupa el puesto del hijo de la viuda porque el amor compasivo, lo hace ocupar el lugar del ser amado de un modo total y definitivo.
  • Jesús llamó al joven a la vida y rescató también a la viuda condenada a la miseria, a la marginación y al dolor. Madre e hijo reviven a los ojos de la comunidad gracias a la compasión de Jesús que sin temor a entrar en contacto con la impureza de un muerto desafía todo tipo de prejuicios, y sin temor a la condena de sus enemigos, desafía a la muerte misma adelantando su batalla final.
  • En medio de nuestro dolor, hoy tenemos la certeza de ser escuchados, porque nuestro sufrimiento, nuestros gritos de rebeldía o nuestra miseria silenciosa, han sido superados por el amor compasivo de Jesús que ha tomado nuestro lugar y  desde su cruz nos lleva a la resurrección.
  • Por esta fe, en la que reconocemos que Dios nos ama entrañablemente, nos crea, nos recrea y  nos quiere vivos;  estamos llamados a ser testigos de la vida. El Señor resucitado se manifiesta siempre en las obras que rescatan a los afligidos y a todos los sufrientes de nuestros días, a quienes la vida les ha sido negada.
  • Jesús sigue encabezando la procesión de la vida por los caminos de nuestra historia para llevarnos a la celebración festiva de una vida de misericordia realizada en la justicia y el amor verdadero. Esto sólo será posible en la medida en que nos animemos, como Jesús, a ponernos en el lugar de nuestros hermanos.

 PARA DISCERNIR

  • ¿Por dónde pasa hoy la procesión de la muerte?
  • ¿Por dónde la de la vida?
  • ¿En cuál me siento encolumnado?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

A ti Señor, te cantaré

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

El sufrimiento ha de ser tomado en serio  – Reflexión a Lc. 7, 11-17

“Jesús llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho muy triste. Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un gran gentío. De la aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una madre viuda, acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo.

En pocas palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es una viuda, sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada por los varones. Le quedaba solo un hijo, pero también éste acaba de morir. La mujer no dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?

El encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la Buena Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, “el Señor la miró, se conmovió y le dijo: No llores”. Es difícil describir mejor al Profeta de la compasión de Dios.

No conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y soledad, y se conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer le llega hasta dentro. Su reacción es inmediata: “No llores”. Jesús no puede ver a nadie llorando. Necesita intervenir.

No lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al muerto: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”. Cuando el joven se reincorpora y comienza a hablar, Jesús “lo entrega a su madre” para que deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.

Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.

En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.

Esta compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de poder, todo se tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se funciona como si no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las comunidades de Jesús se tiene que escuchar un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado socialmente como algo normal pues es inaceptable para Dios. Él no quiere ver a nadie llorando”.

José Antonio Pagola

PARA REZAR

El valor de mi vida es tu Hijo Jesucristo.
El valor de mi vida es la sangre
que tu Hijo derramó por mí en la cruz.
Señor Jesucristo,
tómame de la mano
y llévame a disfrutar tu misericordia.
Ven, Señor Jesús, tómame de la mano
y camina conmigo en medio de tu pueblo,
y roza con tu gloria,
a los enfermos,
a los ciegos,
a los oprimidos,
a los esclavos del pecado,
a los cojos,
a los que no pueden caminar,
a los deprimidos,
a los esclavos del miedo,
y líbralos.

Camina conmigo, Señor Jesús.
Tu perfecto caminar me enamora.
Tu perfecto caminar me asombra.
Camina conmigo, Señor, entre tu pueblo.
Y toca;
toca con tu poder,
toca con tu misericordia,
toca con tu amor

Y danos la vida,

Amén.

MIÉRCOLES XXIV

La sabiduría ha sido reconocida por sus hijos

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a Timoteo      3, 14-16

Querido hermano:

Aunque espero ir a verte pronto, te escribo estas cosas por si me atraso. Así sabrás cómo comportarte en la casa de Dios, es decir, en la Iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad.

En efecto, es realmente grande el misterio que veneramos: El se manifestó en la carne, fue justificado en el Espíritu, contemplado por los ángeles, proclamado a los paganos, creído en el mundo y elevado a la gloria.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 110, 1-2. 3-4. 5-6 (R.: 2a)

R.        Grandes son las obras del Señor.

Doy gracias al Señor de todo corazón,

en la reunión y en la asamblea de los justos.

Grandes son las obras del Señor:

los que las aman desean comprenderlas.  R.

Su obra es esplendor y majestad,

su justicia permanece para siempre.

El hizo portentos memorables,

el Señor es bondadoso y compasivo.  R.

Proveyó de alimento a sus fieles

y se acuerda eternamente de su alianza.

Manifestó a su pueblo el poder de sus obras,

dándole la herencia de las naciones.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas   7, 31-35

Dijo el Señor: « ¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: «¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!»

Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: «¡Ha perdido la cabeza!” Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!” Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Pablo parece tener la intención de viajar a Éfeso, mientras tanto da dos consejos a Timoteo: sobre la comunidad y el misterio de Cristo.
  • La comunidad es «templo de Dios», «asamblea de Dios vivo» y la depositaria de la verdad y de los mejores dones de Dios. El evangelio sólo puede vivirse conjuntamente, en comunidad. Sin «asamblea de Iglesia», la fe se debilita muy pronto, reduciéndose a una vaga religiosidad ocasional. Los ministros no son dueños de la gracia, ni de la Palabra, ni de la comunidad; sino sus servidores.
  • El otro polo es Cristo, el que da sentido a la evangelización y a la vida de la comunidad: se manifestó como hombre, se apareció, se proclamó a las naciones, fue exaltado a la gloria. Es como una breve profesión de fe que abarca el camino salvador de Jesús, desde su encarnación hasta su glorificación.
  • Todos, y de un modo muy especial los que tienen algún ministerio de gobierno en la comunidad, deben vivir en profundidad este doble respeto: a la comunidad y a Cristo. Y por otra parte, son signos y representantes de Cristo, que es el verdadero Maestro y Salvador y Guía.
  • La comunidad cristiana como depositaria del misterio de salvación es la encargada de transmitirlo al mundo. Y esta fe es camino de salvación para la humanidad. Sin ella el hombre se pierde en la fragilidad de su condición mortal. En Cristo, hombre-Dios, tiene su futuro la humanidad.
  • Los primeros cristianos eran absolutamente minoritarios, perdidos en el inmenso imperio romano pagano, creyeron en su función irremplazable como fermento del reino y anunciaron el evangelio hasta dar la vida, sostenidos por la oración de la comunidad.

***

  • Es muy frecuente la falta de credibilidad que el hombre goza entre sus familiares y amigos, cuando realiza cosas que escapan del margen de lo esperado. Esta experiencia muy humana lo lleva a Jesús a exclamar que ningún profeta es escuchado y valorado en su propia tierra.
  • Ha dado muestras claras de su identidad a través de sus milagros y curaciones. Revirtió la enfermedad y la muerte de dos jóvenes en posibilidad de vida y alivió así el sufrimiento de sus familias. Pero la respuesta no es unánime. Así como ha habido una división de opiniones frente a la misión de Juan Bautista, igualmente ha sucedido con Jesús. El pueblo y particularmente los pecadores le creyeron y decidieron convertirse. Los más religiosos, los fariseos y legistas, no le creyeron. Jesús les recrimina esta dureza de corazón. Tan seguros de sí mismos no aceptan a Dios, sino que se hacen un Dios a su medida que no los mueva de sus comodidades, privilegios e intereses. No se inmutan ni delante de la austeridad de Juan el Bautista, a quien acusan de tener un demonio; ni tampoco ante Jesús a quien acusan de comilón, borracho, y amigo de publicanos y pecadores.
  • La atadura a la ley y a las costumbres con la que viven su fe les impide gozar de un Dios que no se impone, sino que viene a nuestro encuentro. Dios nos podría haber entregado un tratado de teología que nosotros habríamos transmitido de generación en generación, sin embargo prefiere ofrecernos la salvación tomando un rostro de hombre. En esa vida humana del Jesús de Nazaret, hay que descubrir el signo de Dios, que nos permitirá nacer a una comunión insospechada. Dios toma un rostro humano para que nosotros podamos ser reflejo de la vida de Dios.
  • Dios prefiere anunciar la Buena Nueva de su salvación hablando con las palabras de cada día, para que nuestra propia vida, con sus luces y sombras, sea el camino de acceso para entrar en el Reino. Dios sólo dispone de unos humildes signos para tocar el corazón y provocar la libertad de los que quiere que sean discípulos.
  • Jesús se acerca a todos sin excepción porque la salvación no está reservada para algunos. La  presencia de Jesús en medio de la gente de mala fama, de los proscritos, enfermos y pecadores muestra que la acción de Dios es redentora por excelencia. La actitud negativa de la generación de los tiempos de Juan y de Jesús; y también la de muchos hombres hoy, no impedirá de ninguna manera, que el plan de Dios se cumpla.

PARA DISCERNIR

  • ¿A quiénes creo con más facilidad?
  • ¿Hay personas o situaciones que condicionan mi fe?
  • ¿Cómo es mi compromiso?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Creo Señor aumenta mi fe

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

Dios nos llama, incansablemente, a la conversión


 Hermanos, no permanezcamos en la despreocupación y la relajación; no dejemos ligeramente, para mañana o aún para más tarde, para comenzar a hacer lo que debemos. «Ahora es la hora favorable, dice el apóstol Pablo, ahora es el día de la salvación » (2Co 6,2). Actualmente es, para nosotros, el tiempo de la penitencia, más tarde será el de la recompensa; ahora es el tiempo de la perseverancia, un día llegará el de la consolación. Dios viene ahora para ayudar a los que se alejan del mal; más adelante Él será el juez de nuestros actos, de nuestras palabras y de nuestros pensamientos como hombres. Hoy nos aprovechamos de su paciencia; en el día de la resurrección  conoceremos sus justos juicios, cuando cada uno reciba lo que corresponda a nuestras obras.

¿Cuándo nos decidiremos a obedecer a Cristo que nos llama a su Reino celeste? ¿Es que no nos purificaremos? ¿Es que no nos decidiremos a abandonar nuestra habitual forma de vivir para seguir, a fondo, el Evangelio?


San Basilio – Prólogo a las Grandes Reglas

PARA REZAR

Oración del enviado

«Vayan por todo el mundo…»
Estas palabras están dichas para mí.
Soy continuador de tu obra.
Soy tu compañero en la misión.

La mies es mucha y los operarios pocos.
Quiero ser uno de ellos.
Muchas personas están caídas y pasamos de largo.
Quiero ser buen samaritano.

Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.

Dame audacia.
En este mundo escéptico y autosuficiente,
tengo miedo.

Dame esperanza.
En esta sociedad recelosa y cerrada,
yo también tengo poca confianza en las personas.

Dame amor.
En esta tierra no solidaria y fría
yo también siento poco amor.

Dame constancia.
En este ambiente cómodo y superficial,
yo también me canso fácilmente.

Conviérteme primero a mí,
para que yo pueda anunciar a otros
la Buena Noticia.

JUEVES XXIV

SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA (F)

Sígueme. Él se levantó y lo siguió

Lectura de la carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Efeso    4, 1-7. 11-13

Hermanos:

Yo, que estoy preso por el Señor, los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz.

Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos.

Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido.

El comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 18, 2-3. 4-5 (R.: 5a)

R.        Resuena su eco por toda la tierra.

El cielo proclama la gloria de Dios

y el firmamento anuncia la obra de sus manos:

un día transmite al otro este mensaje

y las noches se van dando la noticia.  R.

Sin hablar, sin pronunciar palabras,

sin que se escuche su voz,

resuena su eco por toda la tierra

y su lenguaje, hasta los confines del mundo.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Mateo   9, 9-13

Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» El se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: « ¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?»

Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Mateo estaba sentado en el lugar donde recaudaban los impuestos y Jesús lo invita a seguirlo. El oficio de recaudador de impuestos, estaba mal visto y aquellos que lo ejercían eran considerados publicanos y pecadores. Estaban al servicio del rey Herodes, señor de Galilea, un rey odiado por su pueblo. 
  • Los fariseos despreciaban a los recaudadores porque los consideraban impuros. La impureza se daba porque permanecían en contacto con extranjeros y porque comerciaban con monedas romanas.
  • El pueblo los rechazaba porque generalmente cobraban más de lo debido y se enriquecían de manera escandalosa. Los publicanos estaban en una doble condición de exclusión; eran rechazados por el pueblo y por las autoridades. Para escándalo de muchos Jesús se hace amigo de ellos, y entra en relación con un cobrador de impuestos, con un pecador; y en el colmo de la provocación lo invita a ser de los suyos.
  • El poder de la Palabra de Jesús hace que Mateo se levante y lo siga. El seguimiento genera una relación estrecha con Jesús, de comunión. La comunión en la mesa muestra que los vínculos que Jesús establece hacen de la vida una fiesta, en la que las relaciones se amplían a todos los discípulos con quienes ahora se forma comunidad.
  • Jesús no llamó a sus discípulos por su buena conducta o por la pureza de sus vidas, sino por todo lo contrario: no ha  venido a llamar a justos, sino a pecadores. La escuela de Jesús es una comunidad de personas que reconocen sus fragilidades, pero que están en camino de crecimiento y de sanación continua gracias a Jesús.
  • Igual que en el relato de la vocación de Simón Pedro, en el corazón del llamado, hay un precioso momento de perdón. Nuestra vocación de discípulos se apoya en la misericordia del Señor con nosotros. Responder implica ponerse en camino de conversión y reaprender la vida con Jesús.
  • La misericordia, dada y recibida, es el centro de nuestra espiritualidad y de nuestra acción evangelizadora. Porque valoramos y nos gozamos en el extraordinario amor con que fuimos llamados, somos capaces de compartirlo con todos con el mismo corazón de Dios.

PARA DISCERNIR

  • ¿Experimento mi vida en clave de vocación?
  • ¿Para qué me llamó el Señor?
  • ¿En qué momento de mi vocación se hizo patente el gesto de misericordia de Dios?
  • ¿Qué consecuencias tiene el llamado de Dios?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Aquí estoy Señor, envíame

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

El recolector de impuestos liberado para el Reino de Dios

El publicano Mateo recibió en alimento «el pan de vida e inteligencia» (Si 15,3); y de esta misma inteligencia hizo en su casa un gran banquete para el Señor Jesús porque había sido hecho partícipe de una abundante gracia, conforme a su nombre [que quiere decir «don del Señor»]. Dios había preparado un presagio de este festín de gracia: llamado cuando estaba sentado a su puesto de recolector «siguió al Señor y le ofreció en su casa un gran banquete» (Lc 5,29). Le ofreció, pues, un banquete, y un gran banquete, que nosotros llamaríamos, un banquete real.

En efecto, Mateo es el evangelista que nos muestra a Cristo Rey por su familia y por sus actos. Desde el principio, dice en su obra «Libro de la genealogía de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mt 1,1). Seguidamente narra cómo el recién nacido es adorado por los Magos con el título de rey de los judíos; después, entretejiendo todo el resto de su narración de gestos reales y de parábolas del reino, al final acaba con estas palabras dichas por este rey ya coronado con la gloria de la resurrección: «Me ha sido dado toda potestad en el cielo y en la tierra» (28,18). Si examinas con atención todo el conjunto de su redacción reconocerás que en toda ella se respiran los misterios del Reino de Dios. Nada de extraño hay todo ello; Mateo había sido publicano, se acordaba de haber sido llamado del servicio público del reino del pecado a la libertad del Reino de Dios, del Reino de la justicia. Un hombre que no quiso ser ingrato para con el gran rey que le había liberado, sirvió fielmente las leyes de su Reino.

Comentario del Evangelio por Ruperto de Deutz (hacia 1075-1130), monje benedictino – Las obras del Santo Espíritu, IV, 14

PARA REZAR

Señor, que nos diste la gracia

de pertenecer a tu Iglesia y de participar en Ella

de tu misión de salvar a los hombres,

ayudanos a conocerte mejor,

a seguirte más de cerca,

y a darte a conocer a todos los hombres.

Inspiranos valor y entusiasmo,

para hacernos amigos de todos aquellos

con quienes nos encontremos

y podamos acercarlos a Vos.

Nunca permitas que desdibujemos tu mensaje

con nuestras palabras o acciones.

Mantenenos siempre cerca tuyo

y hacé que seamos vigorosos miembros de tu Iglesia.

Fortalecé y acrecentá tu vida en nosotros,

para que cuanto hagamos sea hecho unidos a Vos

Que vivís y reinás y nos amás por los siglos de los siglos.

VIERNES XXIV

Jesús anunciaba la Buena Noticia del Reino de Dios

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a Timoteo      6, 3-12

Querido hermano:

Enseña todo esto, e insiste en ello. Si alguien enseña otra cosa y no se atiene a los preceptos saludables de nuestro Señor Jesucristo, ni a la doctrina que es conforme a la piedad, es un ignorante y un orgulloso, ávido de discusiones y de vanas polémicas. De allí nacen la envidia, la discordia, los insultos, las sospechas malignas y los conflictos interminables, propios de hombres mentalmente corrompidos y apartados de la verdad, que pretenden hacer de la piedad una fuente de ganancias.

Sí, es verdad que la piedad reporta grandes ganancias, pero solamente si va unida al desinterés. Porque nada trajimos cuando vinimos al mundo, y al irnos, nada podremos llevar. Contentémonos con el alimento y el abrigo. Los que desean ser ricos se exponen a la tentación, caen en la trampa de innumerables ambiciones, y cometen desatinos funestos que los precipitan a la ruina y a la perdición. Porque la avaricia es la raíz de todos los males, y al dejarse llevar por ella, algunos perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos.

En lo que a ti concierne, hombre de Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 48, 6-7. 8-10. 17-18. 19-20 (R.: Mt 5, 3)

R.        ¡Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos!

¿Por qué voy a temer en los momentos de peligro,

cuando me rodea la maldad de mis opresores,

de esos que confían en sus riquezas

y se jactan de su gran fortuna?  R.

No, nadie puede rescatarse a sí mismo

ni pagar a Dios el precio de su liberación.

para poder seguir viviendo eternamente

sin llegar a ver el sepulcro:

el precio de su rescate es demasiado caro,

y todos desaparecerán para siempre. R.

No te preocupes cuando un hombre se enriquece

o aumenta el esplendor de su casa:

cuando muera, no podrá llevarse nada,

su esplendor no bajará con él.  R.

Aunque en vida se congratulaba, diciendo:

«Te alabarán porque lo pasas bien»,

igual irá a reunirse con sus antepasados,

con esos que nunca verán la luz.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas   8, 1-3

Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • En tiempo de san Pablo existían ya, algunas desviaciones graves. «Si alguno enseña otra cosa distinta, es un orgulloso y un ignorante». En Éfeso había algunos que «padecían la enfermedad de plantear cuestiones inútiles».
  • La actitud de Timoteo debe ser dar ejemplo con su vida personal: «practica la justicia, el amor, la paciencia, combate el buen combate de la fe».
  • Pablo presenta  además un cuadro muy vivo de la comunidad. Las desviaciones en la doctrina se producen cuando no nos atenemos a las sanas palabras de Jesús y a la doctrina que concuerda con la piedad.

***

  • El Evangelio hoy nos muestra lo que sería una jornada corriente de los tres años de vida pública de Jesús. Jesús recorre los campos de Galilea y se le junta un pequeño grupo de hombres y de mujeres, para el gran anuncio del Reino. Los que acompañaban a Jesús son los que escuchan, meditan y hacen suya su palabra.
  • El grupo que sigue a Jesús es variado. Una parte la componen los «Doce», aquellos que Jesús había llamado y constituido para extender y continuar su obra. La otra, la componen las mujeres que provienen de diversa procedencia y  van tras el maestro acompañándolo en el anuncio del Reino. Estas mismas mujeres lo acompañaron, al igual que otros discípulos, durante todo el trabajo misionero. Luego, cuando la mayoría de los seguidores lo abandonaron, ellas continuaron fieles al pie de la cruz. Fueron las primeras testigos de la resurrección. Mantuvieron la fe en quien las había sanado y llamado, aunque los discípulos no les creyeran.
  • Jesús, junto con ellos evangeliza anunciando la acción poderosa de Dios, que se hace  visible y palpable en su tierna cercanía a todos los hombres y a todas las situaciones. Dios está obrando la salvación de la humanidad desde el compromiso activo de Jesús. La salvación irrumpe desde dentro del sufrimiento humano, que ahora es abrazado por el corazón misericordioso de Jesús.   
  • Esta nueva humanidad está ya en germen en el grupo de los hombres y mujeres que acompañan permanentemente a Jesús. Su presencia constante al lado del maestro de Nazaret, es también una forma de anuncio de lo que todos estamos llamados  a vivir. 
  • Desde la experiencia de la gracia que nos viene por los sacramentos, la Palabra, la oración y la vida nueva del amor, nosotros entramos en la intimidad que nos hace discípulos de Jesús.
  • El discípulo es un compañero, el que come el mismo pan, es un familiar que de tanto estar con Él presiente su manera de pensar las cosas, sus reacciones, conoce sus preferencias. La familiaridad se engendra en la vida de cada día y en el trato personal continuo.
  • El discípulo es un seguidor que ha escogido el programa del Evangelio como proyecto de vida. Lee la realidad a través de la pauta de la Buena Nueva del Evangelio. El discípulo es el trabajador del Reino de Jesús que lo va construyendo y le da forma en el quehacer cotidiano.

PARA DISCERNIR

  • ¿Estoy en la escuela del discipulado?
  • ¿Dónde se da mi compartir más profundo con Jesús?
  • ¿A qué me siento llamado por el Señor?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Quiero ser buena noticia para mis hermanos

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres»

“…Sabemos que entre sus discípulos, Jesús escogió a doce para ser los padres del nuevo Israel, y los escogió para que «estuvieran con él y enviarlos a predicar». Este hecho es evidente, pero, además de los Doce, columnas de la Iglesia, padres del nuevo Pueblo de Dios, escogió también a muchas mujeres para que fueran del número de sus discípulos. No puedo hacer más que evocar brevemente las que se encuentran en el camino del mismo Jesús, desde la profetisa Ana hasta la Samaritana, la Sirofenicia, la mujer que sufría pérdidas de sangre y a la pecadora perdonada. No insistiré sobre los personajes que entran en algunas parábolas vivientes, por ejemplo la del ama de casa que cuece el pan, la que limpia la casa porque pierde la moneda de plata, la de la viuda que importuna al juez. En nuestra reflexión de hoy son más significativas estas mujeres que han jugado un papel activo en el conjunto de la misión de Jesús.

Naturalmente, en primer lugar se piensa en la Virgen María, que por su fe y su colaboración maternal coopera de manera única a la redención hasta el punto que Elizabet pudo proclamarla «bendita entre todas las mujeres», añadiendo: «Dichosa la que ha creído». Hecha discípula de su Hijo, María manifiesta en Caná su absoluta fe en él, y lo siguió hasta la cruz donde recibió de él una misión maternal para con todos los discípulos de todos los tiempos, representados allí por Juan.

Detrás de María vienen muchas mujeres, las cuales, a títulos diversos, han ejercido alrededor de la persona de Jesús funciones de diversa responsabilidad. Son ejemplo elocuente de ello las que seguían a Jesús asistiéndole con sus recursos y de las que Lucas nos transmite algunos nombres: María de Magdala, Juana, Susana, y «otras muchas». Seguidamente los Evangelios nos informan que las mujeres, a diferencia de los Doce, no abandonaron a Jesús a la hora de la Pasión. Entre ellas destaca, de manera particular, María de Magdala, la cual, no tan sólo asistió a la Pasión, sino que fue la primera en recibir el testimonio del Resucitado y a anunciarle. Es precisamente a ella a quien santo Tomás de Aquino reserva el calificativo único de «apóstol de los apóstoles», y añadiendo este bello comentario: «Así como una mujer anunció al primer hombre palabras de muerte, así también una mujer anunció a los apóstoles palabras de vida»”…

     (Referencias bíblicas: Mc 3,14-15; Lc 2, 36-38; Jn 4, 1-39; Mt 7, 24-30; Mt 9, 20-22) Lc 7, 36-50; Mt 13, 33; Lc 15, 8-10; Lc 18, 1-18; Lc 1, 42; Lc 1, 45; Jn 2, 25; Jn 19, 25-27; Lc 8, 2-3; Mt 27, 56.61; Mc 15, 40; Jn 20, 1. 11-18)

Papa Benedicto XVI – Audiencia general del 14-02-07

PARA REZAR

Bienaventuranzas del Misionero

Bienaventurado el MISIONERO que vive enamorado de Cristo, que se fía de Él como de lo más necesario y absoluto, porque no quedará desilusionado.

Bienaventurado el MISIONERO que mantiene su ideal y su ilusión por el Reino y no pierde el tiempo en cosas accidentales, porque Dios acompaña a los que siguen su ritmo.

Bienaventurado el MISIONERO que no tiene nada, y lo que es y posee lo gasta en servicio de sus hermanos, porque Cristo será toda su riqueza.

Bienaventurado el MISIONERO que se sabe necesario donde la Iglesia lo reclame, pero que en ningún lado se siente indispensable, porque experimentará el gozo del deber cumplido.

Bienaventurado el MISIONERO que sabe poner su oído en el corazón de Dios para escuchar sus deseos, porque el Espíritu lo ayudará a discernir los acontecimientos.

Bienaventurado el MISIONERO que no se enorgullece de sus éxitos y reconoce que el Espíritu hace todo en todos, porque se verá libre de ataduras.

Bienaventurado el MISIONERO que siempre tiene un tiempo para contemplar a Dios, a los hombres y al mundo, porque habrá entendido el valor de ser hijo, hermano y señor.

SÁBADO XXIV

Lo que cayó en tierra fértil da fruto

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo

a Timoteo      6, 13-16

Querido hermano:

Yo te ordeno delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y delante de Cristo Jesús, que dio buen testimonio ante Poncio Pilato: observa lo que está prescrito, manteniéndote sin mancha e irreprensible hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Manifestación que hará aparecer a su debido tiempo el bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad y habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre vio ni puede ver. ¡A él sea el honor y el poder para siempre! Amén.

Palabra de Dios.

SALMO          Sal 99, 1b-2. 3. 4. 5 (R.: 2c)

R.        Lleguen hasta el Señor con cantos jubilosos.

Aclame al Señor toda la tierra,

sirvan al Señor con alegría,

lleguen hasta él con cantos jubilosos.  R.

Reconozcan que el Señor es Dios:

él nos hizo y a él pertenecemos;

somos su pueblo y ovejas de su rebaño.  R.

Entren por sus puertas dando gracias,

entren en sus atrios con himnos de alabanza,

alaben al Señor y bendigan su Nombre.  R.

¡Qué bueno es el Señor!

Su misericordia permanece para siempre,

y su fidelidad por todas las generaciones.  R.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Lucas   8, 4-15

Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: «El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno.»

Y una vez que dijo esto, exclamó: « ¡El que tenga oídos para oír, que oiga!»

Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender.

La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.

Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás.

Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a sus constancia.

Palabra del Señor.

PARA REFLEXIONAR

  • Concluimos la lectura de esta carta de Pablo a Timoteo con una «doxología», alabanza final, y una mirada hacia la venida última del Señor.
  • En la cultura del tiempo de san Pablo, los emperadores y los reyes eran divinizados y ellos aceptaban esos títulos superlativos. Pablo se opone valientemente a esos títulos paganos y nos enseña a poner nuestra absoluta confianza sólo en Dios: ningún poder humano, ninguna ideología merece nuestra incondicionalidad. Sólo Dios es Dios y es el único que posee inmortalidad.
  • Con solemnidad, apelando a la presencia de Dios Creador y de Jesús, Pablo le pide a Timoteo que «guarde el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la venida del Señor».
  • Sea cual sea ese «mandamiento» que Timoteo tiene que guardar: la sana doctrina,  o la «verdad» de la que dio testimonio Jesús ante Pilato, la gracia que ha recibido, o el mandamiento concreto del amor; es un tesoro que tiene que conservar y hacer fructificar. Y que, además, lo lleva en frágiles vasijas de barro.
  • Lo ayudará el tener los ojos fijos en ese Cristo, del que Pablo gozosamente afirma que es «bienaventurado y único soberano, rey de los reyes y señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad».
  • Nosotros, en ese Cristo creemos y a ese Cristo seguimos y esperamos. Por eso le pedimos su gracia, para ser fieles hasta el final y compartir su alegría y su gloria.

***

  • En el evangelio, Lucas nos enseña que si bien la semilla es buena, el terreno no está suficientemente preparado. La recepción de la Palabra no ocurre de cualquier modo. A veces  las interminables preocupaciones nos atrapan y no hay un espacio vital donde la buena semilla del evangelio germine.
  • Otras veces la falta de profundidad nos hace incapaces de seguirla cultivando para que se desarrolle en toda su potencialidad. Pero cuando el terreno es bueno, el fruto es desbordante, mucho más de lo que un campesino de aquellos tiempos podría esperar. Esta es la imprevisible fecundidad de la semilla en la buena tierra.
  • Frecuentemente nos detenemos demasiado en considerar el tipo de tierra sin prestar atención al sembrador y su actitud. Como todo hombre de campo no es un improvisado y sabe de la calidad de los terrenos, pero su sabiduría también radica en no trabajar con parámetros únicos ni definitivos. 
  • Por eso esta semilla arrojada al voleo, incluso exageradamente nos habla de generosidad, y luego de cuidadosa y discreta observación que acompaña el crecimiento, con la paciencia de quien sabe que hay que respetar los tiempos. 
  • Él sembrador no es ansioso, no fuerza la semilla ni castiga la tierra. No pierde el control ni se deja condicionar por la respuesta del terreno; él siempre siembra con libertad de corazón y con inmensa alegría, no importa que los resultados no sean los esperados.  Ya ha sido ganancia el tener la semilla y la tierra.
  • La Palabra de Dios nunca pasa en vano y a Dios le corresponde hacerla fructificar cómo y cuando quiera. Dios sabe cómo hace su obra. No nos corresponde a nosotros pretender ver cómo Dios obra el crecimiento en el corazón de cada uno, lo que nos toca es dejarnos sembrar y a su vez sembrar responsable, amorosa y generosamente. 

PARA DISCERNIR

  • ¿Descubro los tiempos de mi vida en la fe?
  • ¿Reconozco la fuerza intrínseca de la Palabra en mi vida?
  • ¿Qué obstáculos impiden que la palabra de fruto abundante?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA

Quiero dar fruto Señor

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«El resto cayó en tierra buena»

…”Me parece que es a María a quien se dirige el bienaventurado profeta Joel cuando exclama: «No temas, tierra, jubila y regocíjate, porque el Señor hace grandezas» (2, 21). Porque María es una tierra: es esta tierra sobre la cual el hombre de Dios, Moisés, recibió la orden de quitarse sus sandalias (Ex 3, 5), imagen de la Ley que la gracia ocupará su lugar. Ella es, además, esta tierra sobre la cual, por el Espíritu Santo, se estableció entre nosotros aquel de quien cantamos que «asentó la tierra sobre sus cimientos» (Sl 103, 5). Es una tierra que, sin haber sido sembrada hace nacer el fruto que da su alimento a todo viviente (Sl 135, 25). Una tierra sobre la cual no ha crecido, en absoluto, la espina del pecado: sino que, por el contrario, dio a luz a aquel que lo arrancó de raíz. En fin, una tierra no maldita como la primera, cuya siega estaba llena de espinas y abrojos (Gn 3,18), sino una tierra sobre la que reposa la bendición del Señor, y que lleva en su seno un «fruto bendito» como lo dice la palabra sagrada (Lc 1, 42)…  

Alégrate, María, casa del Señor, tierra que Dios ha pisado con sus pasos… Alégrate, paraíso más dichoso que el jardín de Edén en el que germina toda virtud y crece el árbol de Vida”…

San Teodoro el Estudita (759-826), monje en Constantinopla – Homilía 2 para la Natividad de María, 4, 7; PG 96, 683s

PARA REZAR

Creemos en Dios, nuestro Padre.

La tierra, nacida de su palabra creadora,

ha dado su mejor fruto:

Jesús, su Hijo, su Verbo eterno.

Creemos en Jesús, semilla de vida,

grano hundido en la tierra,

espiga gloriosa de la resurrección.

Creemos en el Espíritu Santo,

fuerza que fecunda la Palabra

y que sostiene en la Iglesia

la esperanza de la cosecha.

Por Mari